Estos son los hitos más relevantes que explican el camino al caos de este país árabe, rico en petróleo y cuna de la civilización universal, una ruta de la que solo ahora, dos décadas después, comienza a verse una salida.
PRIMERA GUERRA DEL GOLFO
Ningún acontecimiento en Irak se explica sin la malhadada invasión que el dictador iraquí Sadam Husein (1979-2003) hizo de su vecino Kuwait y que derivó en la llamada primera guerra del Golfo (1990-1991).
La respuesta de una coalición de 34 países, autorizada por la ONU y encabezada por los EEUU (la “Tormenta del Desierto”), abrumó a las fuerzas iraquíes que venían de librar casi una década de guerra contra Irán. Kuwait fue liberado en pocas semanas.
Esta guerra, la primera retransmitida en directo por televisión, dejó los tanques occidentales a las puertas de Bagdad y a un paso de derrocar al tirano que hasta hacía pocos años era considerado un hombre de los EEUU en la región.
El régimen de Sadam quedó en el poder bajo severas restricciones, sujeto a sanciones internacionales, inspecciones de armamento y bajo la imposición de amplias zonas de exclusión.
Sin embargo, Sadam siguió reprimiendo con dureza a su población.
Irak fue forzado a destruir sus armas de destrucción masiva (químicas y biológicas), que había usado con apoyo occidental contra Irán (1980-1988) y contra su propia población, y se deshizo de sus programas en este campo.
DESTRUCCIÓN MASIVA
En febrero de 2003, Irak ya no tenía armas de destrucción masiva.
Sin embargo, eso no impidió al Gobierno de George W. Bush y sus aliados —entre ellos España— denunciar ante la ONU que Sadam escondía un arsenal de armas prohibidas para justificar una nueva invasión.
Los atentados en Nueva York del 11S de 2001 se usaron también como argumento para el ataque, pese a que Sadam no tenía ninguna vinculación con Al Qaeda.
Con informes de inteligencia exagerados y afirmaciones directamente falsas, tal y como reconocieron años después, el país árabe fue invadido pese al abrumador rechazo de la opinión pública global y ante la protesta de diversos organismos internacionales que negaban por activa y pasiva la existencia de dichas armas.
Sin esos pretextos, nunca quedó claro qué motivo de fondo hubo para desatar la invasión de un país rico en petróleo y cuya estabilidad, como luego se vería, es central para la paz de toda la región.
CONQUISTA E INSURGENCIA
El 20 de marzo de 2003, las tropas occidentales asaltaron Irak por aire, mar y tierra con una superioridad abrumadora.
Sadam Husein y sus principales secuaces se escondieron mientras los estadounidenses entraban en Bagdad para desmantelar las estructuras del Estado iraquí y establecer un gobierno provisional de ocupación.
La violencia dejó decenas de miles de muertos civiles iraquíes, además de la aniquilación del Ejército de Sadam, que se diluyó en medio del caos y cuyos cuadros luego alimentaron la insurgencia.
La conquista solo supuso el inicio de lo que seria una larga guerra de baja intensidad entre los ocupantes y grupos armados compuestos por leales a Sadam, exmilitares, funcionarios del antiguo régimen, militantes yihadistas, milicias chiíes y ciudadanos enfadados por la represión.
INESTABILIDAD
Sadam fue capturado en diciembre de 2003. En 2006 terminaría sus días ejecutado en la horca, condenado por crímenes contra la humanidad.
Su captura y muerte, así como la de otros importantes funcionarios de su régimen, no detuvo la violencia.
La caída de Sadam reveló al mundo la explosiva realidad política iraquí, con profundas y graves divisiones religiosas (chiíes y suníes) y étnicas (árabes, kurdos, asirios o yazidíes) que afloraron con virulencia y crearon un escenario de todos contra todos y todos contra las fuerzas de ocupación, que reprimieron a sangre y fuego.
Los excesos en la ocupación, como ejemplifican las torturas cometidas por los soldados estadounidenses en la prisión de Abu Grahib, revelaron errores de acción y planificación de los conquistadores para abordar la situación iraquí “post-Sadam”.
A partir de 2006, EEUU instauró en Irak un nuevo gobierno elegido democráticamente, con la paradoja de que una vez librados a su voluntad, la mayoritaria población chií optó por políticos de esa secta del islam, muy vinculada a Irán, lo que alienó a la minoría suní privilegiada por Sadam y acostumbrada al poder.
Los estadounidenses abandonaron Irak a finales de 2011.
VIOLENCIA SECTARIA
Lejos de suponer la paz, la salida estadounidense dio lugar a un incremento de la violencia sectaria que se reflejó en la aparición en el escenario del Estado Islámico (EI).
El grupo terrorista islámico radical se alimentó de los rencores suníes y de los funcionarios y militares que fueron expulsados de su posición por su vinculación con el régimen de Sadam Husein.
En 2014, EI irrumpió con fuerza en la realidad iraquí con una violencia que anonadó al mundo entero.
El colapso del nuevo Ejército iraquí ante el EI, y el terror y la brutalidad que estos desplegaron en su conquista de amplios territorios en el norte del país, obligaron a actuar nuevamente a EEUU, que intervino en esta auténtica guerra civil para ayudar al gobierno de Bagdad.
La guerra se apaciguó tan solo en 2018, con la aniquilación de los últimos reductos de EI en el país.
La fragmentación sectaria pervive aún, y eso complica la conformación de gobiernos estables y el desarrollo democrático, si bien por primera vez en décadas los iraquíes comienzan a reportar una relativa tranquilidad.