27 jul. 2024

Circo

Benjamín Fernández Bogado – www.benjaminfernandezbogado.wordpress.com

El Congreso está confirmando lo que todos suponíamos que sería: Un gran circo. Los payasos han asumido su condición y están decididos a ganarse el salario con toda la batería que dispongan. Los disparates van desde la amenaza de combatir una guerra imaginaria hasta la lucha frontal entre ellos en la que se miden el tamaño de los dislates cada semana. Los operadores del realpolitik están más que contentos porque el pueblo tiene mucho para distraerse y para decepcionarse. En ambos escenarios: Ganan ellos. Mientras la política (la búsqueda del bien común) se ausente mejor les van a ellos y a quienes son sus reales mandantes. Degradar la democracia es, en definitiva, el triunfo de una agenda que sin pretender ser globalista es bastante eficiente entre nosotros.

No pretendan que cambien ni orienten sus acciones hacia una coherencia democrática, alta en valores y comprometida con el desarrollo. Los payasos no están para eso. Saltan, se contorsionan, gritan, se patean unos a otros para luego abrazarse, masajearse y reírse de los tontos que creen que ellos son senadores o diputados a la vieja usanza. No es que no quieran serlo, no pueden serlo. No les da el cuero. Han procurado ser equilibristas, tragasables, domadores de leones y jinetes de caballos desbocados, pero solo pueden ser: Payasos. La única manera de justificar su rol en el circo es provocar una racionalidad insultante disfrazada de boxeador, trabajadora doméstica, vendedor de asadito, médico, barra brava o soldado de fortuna. No les importa sostener la racionalidad de nada porque carecen de argumentos y de una vida orientada hacia eso. Cada semana que pasamos salta un nuevo conejo como ese que quiere comprar misiles para defendernos de los vecinos sin saber que el Paraguay ha renunciado a la guerra en la Constitución de 1992. No leen ni el documento fundamental sobre el deben redactar las normas, por eso, muchas de ellas son fácilmente atacables de inconstitucionalidad. Las instituciones son irrelevantes y en la medida que sus acciones las rebajen mucho mejor para lo que aplauden sus acciones que en mayoría genera una decepción generalizada. Los que creyeron ir contra el sistema se hacen parte de él, alborozados y justificando su pase hacia el sector donde abunda la “leche y la miel”. Están felices y pintarrajeados saltan, se abrazan, se insultan, se patean y se ríen de nosotros. El costo de sus payasadas es mayor que los 40 millones que les pagamos mensualmente porque el daño a la democracia es inmenso.

Una de las maneras de degradar a la democracia es haciéndola irrelevante e intrascendente. Los payasos en el Congreso están cumpliendo a cabalidad el propósito de volverla un acto circense donde los payasos han tomado el control del escenario donde se supone los representantes debieran esgrimir argumentos en favor de sus representados. Los pocos racionales están arrinconados y forzados a tener que enfrentarse en debates bizantinos y absurdos sobre cuestiones que nada tienen que ver con la racionalidad, sino con el guión que los payasos están representando con tanto éxito que escriben hoy la agenda política del país. Se han vuelto tan arrogantes que contratan a gente como ellos entre los operadores de redes sociales uniformándolos a costa nuestra.

El Ejecutivo puede viajar y ausentarse por el tiempo que sea, mientras un poder del Estado como el congreso está absolutamente domesticado y perdido en un debate y en unas acciones que le permiten plantear lo que sea sin ningún atisbo de control o crítica de los más de 100 payasos disfrazados de legisladores. Hemos tocado fondo con ellos. Creíamos tontamente que los de Ab Ovo eran los últimos cuando lo que notamos es que abrieron las puertas de este “aluvión zoológico” como –diría Borges– que hoy son mayoría. Hay que sacarse de la cabeza que se puede esperar algo bueno de ellos. Son tan malos que ni risa causan. Llorar por ellos sería un acto de capitulación malsano. Queda una gran lección para todos. Siempre se puede acabar aún peor. La democracia requiere una ciudadanía digna para que tenga representantes iguales. Cada pueblo tiene el gobierno que se le parece. Hoy el espejo nos devuelve la imagen de un payaso que solo da ganas de romper el aparato que lo refleja.

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