16 sept. 2025

Chabuca Granda, un homenaje a 40 años de su partida

María Isabel Granda y Larco, conocida como Chabuca Granda, es mundialmente recordada por sus grandes éxitos, entre ellos La flor de la canela y José Antonio. Ella dejó un legado cultural imprescindible.

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Chabuca Granda, creadora de La flor de la canela y Fina estampa.

Tomás Báez Servián

Profesor de música

Creadora de páginas inmortales desde su amado Perú, como La flor de la canela, Fina estampa, José Antonio, Puente de los suspiros y tantas más, María Isabel Granda y Larco, más conocida como Chabuca Granda, hace 40 años partía a la eternidad y a la inmortalidad, dejando un legado cultural valiosísimo, de gran belleza y curiosa originalidad.

Nacida en Cotabambas Auraria, un 3 de setiembre de 1920, manifestó desde temprana edad un talento musical innegable. Aunque (como ella misma reconocía) no tuvo una “gran” voz, pero sí una capacidad creadora extraordinaria, una inteligencia artística notable y, sobre todo, un don no poseído por todos: saber llegar a su público a través de sus melodías y textos, los que trasuntaban una íntima y fina relación.

La biografía de Chabuca es riquísima si la vamos a considerar en sus diferentes aspectos y facetas; en este breve artículo quisiera concentrarme en su obra musical. No obstante, hay un dato que me parece fundamental e imposible de no mencionar, porque creo que fue una decisión clave tomada por nuestra homenajeada y que abrió caminos para lo que ella llegó a ser posteriormente. Se trata de su vida matrimonial…

Chabuca contrajo nupcias con Enrique Demetrio Fuller Da Costa, militar de aeronáutica con quien tuvo tres hijos. Si bien luchó por su matrimonio, Chabuca estaba llamada por el destino para el arte de la música en su expresión más pura: la composición. Llegó un momento en el que tuvo que decidir su destino, y ella lo hizo siguiendo su vocación artística. Se divorció del marido y se mantuvo firme en sus anhelos musicales. No fue fácil para ella ese tiempo ni esa situación: no era bien vista socialmente en la Lima de ese tiempo la condición de divorciada. Pero. Como ella misma afirmó: “Soy Artista. Terca... Terca y libre... libre prisión del pensamiento libre; fui naciendo virgen, esquirla y, para mi sorpresa, estalagmita... Nave sin puertos... Sin cruceros, nave... “.

Etapas de su proceso creador…

La obra musical de Chabuca comprende tres etapas con diferentes temáticas y énfasis en la inspiración musical y literaria.

La primera etapa gira en torno a la Lima antigua, bucólica y señorial de principios del siglo XX. Las bellísimas composiciones Lima de veras (1948), La flor de la canela (1950), Fina estampa (1956), José Antonio (1957), El puente de los suspiros (1960) corresponden a esa etapa de finas evocaciones y nostálgicas imágenes por medio de preciosas melodías mayormente en ritmo de vals peruano, pero –y sobre todo– con textos magistrales salidos de la pluma de Chabuca. Por cierto, la gran peruana fue una extraordinaria escritora, aunque ella afirmaba que no llegaba a la altura de un poeta, “solamente soy letrista”, decía, con la modestia y humildad que siempre la caracterizaron.

En la que puede denominarse segunda etapa de su labor compositiva, puede hablarse de una Chabuca exteriorizando un fuerte compromiso social. Fueron los años de la Revolución cubana y los fuertes sentimientos de esperanza en un cambio social que generó. En esta etapa hay una evidente evolución positiva de nuestra autora en varios aspectos: se amplía su capacidad creativa y musical hacia ritmos como la bossa nova y el jazz, llega a modificar la estructura tradicional del vals peruano en poesía como en música, depurando su escritura hacia un verso más libre, no ya limitado a rimas y métricas tradicionales. El fusil del poeta es una rosa (1968), Paso de vencedores (1970), Cardo o ceniza (1973, canción que forma parte del ciclo dedicado a la muerte de Violeta Parra), son apenas algunos pocos ejemplos de este punto de su proceso creador.

Una tercera etapa compositiva de Chabuca es la que hace referencia a la música afroperuana, que por cierto ya existía desde la época colonial, pero que por mucho tiempo fue bastante marginada y aún denostada por razones de corte social. Chabuca, en este sentido, hará un gran aporte no solo compositivo, sino de promoción, rescate y revalorización de este estilo de música, en los que utilizará los atractivos ritmos de la marinera, el festejo, la zamacueca y el landó, al tiempo de introducir el uso de instrumentos como el cajón peruano y el tradicional zapateo. Mencionamos Landó (aire de landó, 1977), Una larga noche (zamacueca, 1977), Tarimba (una producción que contenía varias canciones basadas en ritmos negros, 1978).

Un legado extraordinario y perdurable…

La influencia de Chabuca se extendió a prácticamente toda Latinoamérica, a través de las giras, presentaciones muy importantes como en el estreno del recordado programa español 300 millones, su presencia como jurado en el Festival de Viña del Mar y el apoyo que brindó a jóvenes talentos que gracias a Chabuca llegaron muy alto en el arte de la música: Susana Baca y Eva Ayllón entre otros muchos.

Chabuca Granda falleció en Miami, un 8 de marzo de 1983, dejándonos un legado musical y poético cuya importancia se acrecienta día a día.

Resulta difícil elegir alguno de los textos tan finos y perfectos de Chabuca, pero a modo de homenaje a nuestra autora y a la hermana República de su amado Perú, desde la tierra de Mangoré y Roa Bastos, nos permitimos transcribir el hermoso texto de una de sus más bellas composiciones, Ese arar en el mar, basada en una frase del inmortal Bolívar (He arado en el mar) y que la autora decía que la había compuesto para sí misma: Cuando ya se me olvide habré olvidado, viviré adormecida, liberada; no ansiaré la repuesta pues no habré preguntado, no habré de perdonar ni habré ofendido. Extrañaré la rumia de mis sueños y la dulce molienda y la esperanza, ese constante hacer un alguien de algo, ese afán de castillos en el aire. Extrañaré la rumia de mis sueños y la dulce molienda y la esperanza, ese constante hacer un alguien de algo, ese afán de castillos en el aire, ese arar en el mar de los ensueños, ese eterno soñar... la adolescencia.

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