“Una persona corrupta destruye a la sociedad”, dijo el monseñor Ricardo Valenzuela, obispo de Caacupé, y dedicó un fuerte y directo mensaje a las autoridades nacionales al afirmar que la corrupción, tema central de su prédica, continúa siendo uno de los males más profundos y destructivos del Paraguay. Esto fue ayer durante la homilía de la misa central por la festividad de la Virgen de Caacupé ante miles de fieles y principales autoridades nacionales presentes en la liturgia.
Sostuvo que “la corrupción quita confianza y dignidad a la persona” y que quien incurre en ella “no es de fiar, no ama a las personas, sino que busca su propio interés”. Alertó que la conducta corrupta “compra conciencias, rebaja la dignidad del prójimo y erosiona los pilares del país”.
Citando al profeta Isaías, advirtió que “cuando la corrupción toca su fondo, todo se cae”, y agregó que el “triste estado de cosas” que vive la nación es resultado de años de prácticas deshonestas y de la falta de compromiso ético. “Sin honestidad, no se gana ninguna guerra ni se supera ningún problema”, afirmó.
El obispo enfatizó que los gobernantes deben colocar el bien común como objetivo permanente, a ellos les “corresponde asegurar, mediante leyes justas, que las personas, las empresas y las instituciones estén al servicio del bien común”. Este principio –remarcó– debe guiar cada decisión pública, especialmente en favor de los más vulnerables.
Valenzuela también reflexionó sobre la función social de la propiedad, recordando que “Dios es el único Creador y Señor absoluto” y que los bienes no pueden entenderse “en un sentido exclusivo e individualista”. Destacó que quien posee abundancia debe compartir, porque “los bienes creados deben llegar a todos de manera equitativa”, tal como enseña el Concilio Vaticano II.
Actitudes Asimismo, insistió en erradicar actitudes egoístas, la vanidad y la caridad interesada, señalando que no interesa lo que demos, sino cómo lo damos; ‘‘lo que importa es dar con alegría, porque Dios ama al que da con corazón alegre”. Reprobó a quienes ayudan por ostentación, al advertir que esa actitud “humilla al necesitado” y vacía de sentido la verdadera solidaridad.
‘‘El pobre ha sentido en carne propia el dolor de la escasez, de la carestía, sabe lo que es sufrir, por eso al ver a un necesitado se siente impulsado a socorrerlo. Cuando el que da lo hace por ostentación y con altanería, generalmente su obsequio constituye una afrenta y humillación para el que lo recibe. Se olvida que la limosna ha de servir para socorrer al prójimo, jamás para humillarlo’’.
Valenzuela también destacó que para construir una vida digna en el país se requiere fortalecer la educación, generar empleos dignos y garantizar servicios básicos como salud, trabajo y vivienda. “Para erradicar la corrupción, debemos eliminar nuestros egoísmos, envidias y durezas de corazón”, expresó, invitando a la ciudadanía a aprender a compartir sin esperar recompensas.
Llamó a autoridades, instituciones y fieles a asumir la responsabilidad de vivir la generosidad como principio cotidiano. “Dando, se recibe”, recordó, instando a colocar esta frase “en la parte más visible de las casas, escuelas y oficinas públicas”, como recordatorio del compromiso con el prójimo y con el país.
La corrupción es una de las grandes causas del triste estado de cosas que está viviendo nuestro Paraguay.
Una persona corrupta no es de fiar, no ama a las personas, sino que busca su propio interés. Ricardo Valenzuela, obispo de Caacupé.