El inicio de la primavera es pródigo en renovaciones de una flora como la nuestra que como bien decía el observador Rafael Barret sobre el Paraguay, ella siempre devora a la fauna. Los brotes renovados de la vegetación dan la sensación de que muchas cosas cambian, aunque permanezcan iguales y quietas. Sin embargo, en la política nacional no hay primaveras que muestren cambios auspiciosos. Por el contrario, vemos la permanencia de modos y formas más cercanas al autoritarismo que creíamos tontamente sepultado allá por los comienzos de 1989. En la vida cívica, los hechos de corrupción vuelven y se van al mismo ritmo de un sainete decadente en el que los protagonistas se saben impunes por un sistema judicial que ya ni cuida las formas ni menos, les importa. Varios casos judiciales van camino al oparei y cada vez que un poder del Estado los convoca se quejan de sus salarios desactualizados y la falta de personal de apoyo como lo hacen los jueces en el caso de la mafia de los pagarés. No les importa el tremendo escándalo del que son protagonistas y se escapan con cualquier recurso para no asumir sus responsabilidades. A balazos persiguen a los periodistas que los denuncian. “Para que se metió con nosotros” expresan presuntuosamente. Se reunió en Asunción, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, el último recurso judicial que queda para unos pocos en un país donde si hay que inventar algo, eso debiera ser la justicia. Ahora apenas es un remedo de ciencia ficción en elo que nadie cree.
El Ejecutivo ha hecho todo lo que podía hacer. No ha reformado el Estado y, por el contrario, lo ha vuelto menos transparente y, por ende, más corrupto. El propio titular del Ejecutivo huye del país cuando puede y con cualquier pretexto para no dar explicaciones sobre el origen de los sobres con miles de dólares y de sospechosos visitantes en su residencia. Afirma que con lo que hace somos un país de “potencia media” en una Asamblea de la ONU en la que habló a las sillas vacías. El Congreso no quiere que se toque el tema y corta la intervención de una acotada oposición que no logra descomprimir el enojo ciudadano que no alcanza aún las calles, como último recurso. Hoy, los de la Generación Z hacen su debut en las calles, veremos cómo les va. Paraguay es hoy un país con freno de mano y con una caja de cambios que agotó todas sus posibilidades. El cuento de Dios, patria y familia es un hazmerreír en el que quienes lo blanden vienen de haber llevado la quiebra a una fábrica de cañas en un país aficionado a su gusto. O pasa con los tránsfugas que cuentan el valor de sus votos o exhiben orgullosamente las deudas que tienen con la ANDE por no haber proveído el servicio que se había contratado. La decadencia es tan grande que hasta Blas Llano ha salido de su sarcófago y se ofrece para hacer la tarea de dividir aún más a la oposición con su anunciada candidatura presidencial. Sabe bien que viene del yermo mismo y no hay manera de convencer que traiga brotes de renovación de su partido al que vació de contenido ofertándolo en el zoco de la política criolla.
Los jóvenes, que ya no tanto, con sus adolescentes 40 años, saben ahora que no podrán superar a sus padres aunque hayan tenido un mejor acceso a una educación de la que no aprendieron nada que les sirva. Les cuesta admitir su realidad y lanzan botellas al río procurando que las redes sociales hagan el milagro de Nepal y pueden hacer resurgir brotes de revolución y de cambio. Sus mayores, han sido derrotados por un sistema que les ha dado tan poco que ahora amenazan desde el poder sacarles lo insignificante que piden. Más humillación y capitulación. Los programas sociales han fracasado que ni para la estadísticas alcanzan y aquellos que se dieron cuenta se endeudaron y huyeron del país en la primera puerta que decía: Exit.
Una democracia agotada en ideas, zafia en sus argumentos reducida al insulto o al silencio forzada en sus cámaras del Congreso no ofrece nada atractivo ni primaveral. Demasiado del mismo otoño que vivimos por periodos largos en este país, enamorado de su desdicha que ha hecho del escándalo de la corrupción un entretenimiento y no una razón que provoque su rebeldía. “UNAnotecalles” es una historia muy lejana y el Marzo Paraguayo de 1999: La misma prehistoria.
Solo cabe sacudir el árbol para procurar que una sabia nueva la haga rejuvenecer y al menos por vergüenza y sobrevivencia se anime a echar brotes nuevos que entusiasmen a un país que se enamoró de su propio otoño.