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En fin... Cualquiera diría que al presidente le asesora el propio Nicanor.
Lo del coronel Benítez Liseras es una estupidez más de la larga lista que desde el 15 de agosto empezó a agregar a su haber y sumará a las que todavía faltan.
El presidente está perdido. Las razones no podemos precisar: desconocimiento, ingenuidad, deliberación, mal asesoramiento, ignorancia... Vaya uno a saber. Lo concreto es lo que está a la vista. Lo peor, que ni él se ayuda a sí mismo; menos sus aliados políticos ni sus familiares.
En casi siete meses sumó más impopularidad que credibilidad. A su récord histórico de haber tumbado 61 años de ignominia colorada suma que es el presidente que en menos tiempo malgastó el capital de confianza depositado en él por la población. Si bien es verdad que es escaso el tiempo transcurrido, no es menos cierto que los errores han sido muchas veces hasta muy graves como para considerar que son cuestiones de mero trámite en la administración del Estado.
No se discuten los avances importantes que se han producido en algunas instancias públicas. Se aplauden. Pero de igual manera, debemos criticar con vehemencia las inconductas, los desatinos y las malas decisiones.
Si sus asesores son malos consejeros, su soberbia es peor. La humildad del religioso le queda debajo de las uñas. Solo basta escucharlo o leer sus declaraciones para entender hasta dónde está la posibilidad de una sensata elucubración y desde donde dispara la veleidad vertical de quien se cree por encima del bien y del mal. Al parecer el presidente debe reaprender a vivir entre los terrenales...
Son muchos los hechos políticos de envergadura que se desataron en los últimos meses. En cualquier país más avanzado, con políticos serios, hubiera costado como mínimo la cabeza de algunos altos funcionarios sin chistar y hasta hubiera merecido un explícito y claro pedido de disculpa a la población por parte del presidente. Acá no.
Lugo no escapa a esa ?raza’ de sujetos metidos a político que abundan por estas latitudes. No es diferente, aunque en el discurso trate de desmarcarse y quienes lo rodean intenten persuadir a tirios y troyanos de lo que en la práctica no es. No pasa de ser un sujeto con ciertas ideas sociales, con marcada carga progresista en algunos casos. Por lo demás, no escapa a una condición de “centroite poncho jurúicha”, que se emparenta más con los liberales, que con los socialistas. Más allá de eso, lo que se espera es una gestión de estadista que permita mejorar el país y zanjar vandalismos y castigar la corrupción.
Lugo cometió errores graves. Errores que un principiante de político no comete. Errores que molestan. Errores que afectan al país y a su gestión de mandatario. No hace falta citar, basta con mirar los periódicos de los últimos dos o tres meses para ver con claridad de qué se trata.
Son metidas de pata que parecieran no perturbar su ?sacralidad de espíritu’ y sigue insistiendo una y otra vez en la insensatez, el mal paso, el error grave.
Muchos dirán que también deben verse las buenas cosas que hace, es que de eso no nos ocupamos porque es lo esperable de él. Lo que no se espera, a partir de su oferta electoral, su discurso, su escaparate de modelo político diferente y progresista es justamente lo que se pone en el tapete. Si los colorados hacían nomás luego tales o cuales, Lugo y su equipo debían ser diferentes, no repetir más de lo mismo.
Si los liberales son nomás luego parecidos a los colorados, con sus prácticas, etcétera, salvando los colores y más excepciones, por lo menos Lugo no debía transigir ni caer en la ?tentación’ de ejecutar una que otra decisión de Estado, equivocada y a veces hasta casi esquizofrénica.
Lugo debe entender que los hechos suman. Que la gente no olvida aunque parezca corta a veces de memoria. Que los malos pasos son los mejores elementos para los enemigos políticos y los desestabilizadores. Que la estupidez tiene un altísimo precio y que, en el fondo, los habitantes de este país no tenemos por qué cargar con sus insensateces.
