26 jul. 2024

Aporías de letra de Carla Benisz

Apuestas críticas para la literatura paraguaya es un compendio de artículos escritos a lo largo de 10 años de investigaciones por Carla Benisz, una obra que acomete la tarea de redescribir el panorama de la literatura paraguaya.

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Carla Daniela Benisz es profesora y licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires, y doctora en Humanidades y Artes por la Universidad Nacional de Rosario. Es autora de La literatura ausente. Augusto Roa Bastos y las polémicas del Paraguay post-stronista (2018).

  • Ana Couchonnal
  • Socióloga

Voy a comenzar agradeciéndole a Carla que me haya invitado a presentar este libro; le agradezco en realidad que lo haya escrito y quisiera compartir con todas y todos ustedes algunos de los motivos que me llevan a hacerlo.

En primer lugar, y aunque a algunos pueda parecerles extraño, no resulta fácil para una argentina escribir sobre el Paraguay. Animarse a las aguas profundas de este país escondido y, menos aún, compartir los resultados de esta búsqueda en la aventura de una publicación.

Créanme que, como habitante circunstancial de ambas orillas, he presenciado muchas veces las dificultades que esto plantea, una dificultad que podría definirse como un cierto “resquemor”, “recelo o desconfianza” que surge absolutamente a priori alrededor más bien de la tonada que del contenido. Aunque parezca algo cómico, la acusación de imperialismo o colonialismo se agazapa a la vuelta de la esquina del malentendido nacionalista en los ámbitos menos pensados.

El segundo motivo se refiere al auténtico interés de la autora por este país y sus vericuetos lingüísticos, sociales, culturales, históricos y políticos que convergen en lo que podemos denominar la “cuestión literaria” del Paraguay. Un objeto que Carla viene tallando con una dedicación que estoy segura no puede obviar el afecto como constante.

En tercer lugar, no quiero dejar de mencionar la cuestión materialista de la existencia, aquello de que “para hacer la historia hay que tener con qué” y que refiere al esfuerzo de su presencia en esta sala y la primicia de la presentación pública del libro en este Paraguay donde la actividad académica y cultural sigue siendo sinuosa y “a pulmón”, aunque, es menester recordarlo, ya su primer libro fue presentado en la Embajada paraguaya en Buenos Aires (cuya lectura les recomiendo enfáticamente).

Presentar un libro es algo que nunca me parece del todo evidente, ya que depende cada vez del texto y sus circunstancias, aunque en el caso de esta autora me alegra de antemano la ilusión de lo que me espera. No es un elogio es una constatación que se comprueba cada vez.

Conocí a Carla en los remolinos de ese 2012 paraguayo, en un congreso cancelado por las vicisitudes políticas de ese entonces donde a los congresos se les daba por la cancelación, y donde ella acarreaba (literalmente) lo que considero hasta ahora un pequeño tesoro aún inexplorado, los textos de Nora Bouvet; la menciono para convocarla y porque sé que custodia ese afecto que vengo de agradecer y que la autora cultiva con detalle.

Pienso además que Carla “piensa” el Paraguay, y esta sola operación implica una aventura donde, para empezar, hay que armarse del coraje de inventar caminos que aún están por explorarse, ya que este país que nos convoca es, sigue siendo, en muchos campos, un enigma; aunque esta cualidad justamente, tal como aparece a lo largo de los capítulos del texto, lejos de definirlo, lo multiplica en sus posibilidades.

Habiendo dado cuenta del terreno o terruño en el que hoy me paro quisiera entonces compartir brevemente con ustedes como leo este libro que pienso que piensa.

Una aporía es etimológicamente un paso difícil. Un pasaje que no sería evidente y que convoca por lo tanto lo que la autora afirma como su propio punto de mira, una “perspectiva ampliada” (p. 11) que da lugar a posibilidades (cito y me encanta esta definición) “no inmediatamente librescas” (p. 19) para delimitar el campo de lo literario.

Estos paisajes otros ponen en juego, la noción de oratura que borda los lindes de la literatura en el Paraguay y que resulta siempre desde esta mirada expansiva en una apertura del canon estandarizado mediante la realización de lo que en el texto se presentan como, cito de nuevo, “operaciones críticas sobre el complejo mapa de la tradición” (p. 33).

Así el capítulo siguiente nos enfrenta a una definición de la transición a la democracia como Jano bifronte, dios de las puertas y buen amuleto, por una parte, pero además metáfora justa que permite también ampliar la perspectiva de los procesos políticos en los que la literatura se contamina necesariamente exponiendo el concepto de “ajuste a destiempo” (p. 39) que plantea la cuestión de la lengua guaraní en su inserción institucional en la paradoja de la descampesinización como proceso concomitante.

Desde este marco, el texto siguiente se abre a la problematización de lo social ligada a la literatura en el Paraguay, a través del lugar de las mujeres, sometidas “incluso cuando hablan la lengua del patrón” (p. 65). La aporía aparece aquí como ese núcleo contradictorio no resoluble, pero pujante y generador de un debate que necesariamente vuelve sobre sí. La mujer como aporía en la literatura paraguaya y la aporía de la mujer en la historia, en cada historia.

Con la cuestión de la mujer planteada, el texto pasa a la dinámica trans, en Mar boliguayo aparece lo que para mí constituye otro fantasma fundamental y por lo tanto necesariamente obliterado en el cotidiano, ese mar desterritorializado sin lugar físico y que permite, por lo tanto, en su búsqueda, transnacionalizar la literatura, integrando imaginarios en otras cartografías posibles en un movimiento de vaivén literario que reproduce las olas que no tocan la orilla. Olas sin marco ni fronteras.

La apertura de otros espacios que hacen a la literatura en el Paraguay sea analizada a continuación desde la comunidad como presencia aludida. Se trata de la habilitación de la aporía expuesta por la relación entre el canon del arte y la comunidad como posibilidad (me animo a decir revolucionaria) de desfetichización del objeto.

En Un barroco sin laberinto el texto aborda otra de las presencias continuas del universo cultural paraguayo, la experiencia jesuita, analizada desde el llamado barroco guaraní y de manera particular en lo que hace al oxímoron de un barroco abstracto que logra dar cuenta de la unidad de lo múltiple y sobre todo que plantea cuestiones políticas trascendentes.

En el texto que sigue, aparece el conflicto colonial, mar de fondo, como aporía de la modernidad que vuelve sobre el trabajo mismo de escritura, en particular en su inserción en los modelos productivos posibles, para cerrar el libro con una pregunta que reintegra la literatura paraguaya al contexto regional desde sus aportes no solo diferenciados, sino fundamentalmente diferenciadores.

En este punto, el Paraguay hace las veces de una intersección, una piedrita en el zapato de cualquier discurso cerrado o autocomplaciente, en las potencialidades de lo que podríamos llamar una pequeña diferencia y que atañe a ese nudo no resuelto en el que concurren configuraciones siempre inestables entre lenguas, tiempos y culturas materializadas en la presencia insistente de una lengua guaraní, aunque no solamente.

Vuelvo al principio: Me place profundamente el título de este libro porque la aporía en su polisemia diseña trayectorias de ida y vuelta múltiples y sobre todo multiplicadoras y que suponen un ejercicio de retorno que no admite soldaduras.

Dice el diccionario que Isidoro de Sevilla define la aporía como la duda del que simula no saber lo que realmente sabe o de qué modo expresarlo.

Que se trata de: Un recurso filosófico para negar una vía y afirmar la contraria. Y que dirige a una conclusión inversa. Podemos ver cada uno de estos movimientos en los textos que arman el libro, pero sobre todo podemos verlos en las distintas realidades que el saber busca abarcar. En las distintas posibilidades éticas y estéticas que transitamos.

Desde esa aporía primordial que es la modernidad como canon depurador de disciplinas y marco clasificatorio con base en categorías fijas que niegan la ideología que cimientan, aprehendemos en este texto que la literatura en el Paraguay insiste como habilitación de cada instancia de la letra, en la proliferación metonímica de las letras posibles confundiendo lenguas y lenguajes y redefiniendo cada vez esos puntos fijos que buscan delimitar tanto fronteras como límites.

Y es que para los que venimos de otras áreas, para nosotros lectores desprevenidos que ante la violencia acumulada en lo social, en lo político, en la historia y en la ciencia, llegamos a la literatura en busca de un reposo que podemos llamar no metodológico, el análisis de la crítica y esta suerte de escultura de un campo literario posible en el que trabaja Carla, vuelve sobre la totalidad de nuestras reflexiones abriendo pasajes y atajos hacia ese movimiento maravilloso que tiene el texto en su movimiento etimológico de tejido, de trascendencia de los límites impuestos y/o autoimpuestos; ya que la trayectoria de la literatura que este texto sugiere se abre en espiral hacia posibilidades múltiples que no aseguran un punto de llegada, pero que adornan el camino desenterrando posibilidades ocultas.

El movimiento es lo que en algún párrafo se ha definido como desborde recurrente. Eso es, la aporía de la letra es un bienvenido desborde recurrente que nos permite beber de sus aguas frescas, enriquecidas cada vez en los vericuetos de su trayectoria.

No queda ahora más que el disfrute del viaje. Es propicio embarcarse.

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