Por Andrés Colmán Gutiérrez - San Isidro, San Pedro.
Reunidos bajo la sombra de un frondoso árbol de mango, en el mismo lugar donde tropas militares al mando del teniente coronel José Félix Grau asaltaron la colonia el 8 de febrero de 1975, los sobrevivientes, con sus hijos y nietos, participan de una misa celebrada por el pa’i Víctor Marins, párroco de la ciudad de Lima, San Pedro.
“Quisieron matar nuestra comunidad, quisieron matar nuestro sueño de vivir como hermanos y trabajar colectivamente, porque eso era un mal ejemplo en esa época de dictadura y lo sigue siendo ahora, pero aquí estamos, en nuestra tierra recuperada, de nuevo trabajando y produciendo para compartir juntos lo poco y lo mucho que logramos”, dice Apolonio Álvarez, antiguo dirigente de las Ligas, uno de los 24 fundadores que aún viven de los más de 50 en San Isidro.
Tras una larga lucha, luego de haber sido perseguidos y torturados durante el stronismo, los pobladores lograron recuperar 182 de las 230 hectáreas que originalmente poseían, y que tras el asalto fueron entregadas a Ramón Matiauda, primo del dictador.
Actualmente las tierras están tituladas a nombre de la Asociación Campesina San Isidro de Jejuí, que en estos días está cosechando 46 hectáreas de sésamo y también cultivan 20 hectáreas de maíz, principalmente para consumo y venta directa, cuyos beneficios se distribuyen colectivamente.
“Hemos rescatado el mismo modelo que en los años 70 nos llegó a formar esta comunidad campesina colectiva, la propiedad de la tierra es en común, el trabajo y los beneficios es compartido, pero sobre todo ponemos en práctica la solidaridad y nuestros principios cristianos, seguros de que solo juntos podemos superar las dificultades”, explica Gregorio Gómez, director de la Asociación.
Tras la misa, en que se rinde homenaje a 22 fundadores ya fallecidos, muchos por secuelas de la represión y persecución dictatorial, los pobladores realizan una asamblea y luego comparten una tallarinada, renovando el compromiso de seguir trabajando juntos.
En el lugar, una placa instalada por la Comisión de Verdad y Justicia rescata a la comunidad como “sitio de memoria histórica”.