La crisis política brasileña tiende a profundizarse y, con ello, probablemente su desempeño económico. A ello se agrega el fin de una década de alto crecimiento económico a nivel mundial gracias a la expansión del consumo de China y otros países emergentes.
Estos países empezaron reducir sus tasas de crecimiento y, con ello, sus importaciones, situación que afectó a Brasil y Paraguay, por ser importantes fuentes de productos alimenticios y otros bienes demandados en etapas de crecimiento económico. Adicionalmente a la desaceleración mundial, el vecino país tiene desequilibrios internos que no ha podido enfrentar y que lo condujo a un empeoramiento de los principales indicadores macroeconómicos y de algunos a nivel microeconómico.
En estas condiciones, Paraguay, un país pequeño en términos relativos, con una economía sumamente abierta y dependiente de las economías vecinas, está sufriendo desde hace tiempo las consecuencias de tener al lado a una economía tan grande como imprevisible. Este contexto no ayuda en nada a nuestro país, que no cuenta con instrumentos de política pública que le permitan suavizar los ciclos económicos y reducir su alta dependencia del Brasil.
Es hora de que Paraguay se dé cuenta de que debe diversificar más su economía. Ya lo está haciendo, pero muy lentamente, ya que continúa destinando una parte importante de su producción al mercado brasileño. Tampoco es buena estrategia apelar a recibir al capital brasileño que huye de la inestabilidad política. Ese mismo capital es el que se va a cualquier otro país. Así como dejó el Brasil, así puede dejar Paraguay, además de que ninguna economía puede hacer depender su éxito del fracaso de la economía vecina.
La globalización nos obliga a plantear una estrategia de crecimiento basada en el supuesto de que todos los países ganen. De otra manera, siempre estaremos sucumbiendo a la volatilidad económica, dado el tamaño del país y sus restricciones estructurales como su mediterraneidad.
Si Paraguay quiere tener una trayectoria de crecimiento estable a largo plazo debe, en primer lugar, cambiar su estructura económica haciéndola menos dependiente. Esto exige políticas públicas de carácter eminentemente interno. En segundo lugar, debe contar con una política económica de cara al exterior, en la que primen los intereses nacionales, pero en el marco de la construcción de un modelo de integración en la que todos los países ganen. En este momento Paraguay no cuenta con ninguna de las dos políticas. Lo que tiene actualmente son medidas fragmentadas e incluso contradictorias entre sí y grandes vacíos. Es hora de que empecemos a pensar como cambiar esta situación para disminuir la volatilidad económica derivada de la alta dependencia externa.