Tras la forzada renuncia de la ministra de Educación Marta Lafuente, luego del escándalo desatado por las investigaciones periodísticas de ÚH sobre las abultadas licitaciones para compra de alimentos (el sonado caso del cocido de oro) y la toma de colegios en protesta por parte de estudiantes secundarios, en mayo de 2016, se había producido la asunción de Enrique Riera al frente de la cartera, quien prometió atender y tratar de solucionar los principales problemas del sector.
Sin embargo, el actual ministro acaba de cumplir un año de gestión con un llamativo récord: un total de 12 escuelas caídas en todo este tiempo, lo cual equivale al promedio de una escuela caída por mes.
De las instituciones derrumbadas, el caso más grave ha sido el del techo de la escuela Virginia Ayala, en la compañía Tape Guasu, Piribebuy, en pleno proceso de clases, dejando a 8 niños heridos, entre ellos a uno de mayor gravedad.
El propio Ministerio de Educación y Ciencias ha elaborado un diagnóstico en el que reconoce que existen 91 centros educativos en alto riesgo por la precariedad de sus instalaciones, y otros 500 en “alerta amarilla y verde”. Aunque a inicios de este mes el MEC adjudicó 675 obras escolares por 73 millones de dólares, considerado como “el más grande proyecto de obras en infraestructura escolar”, la mayoría de las organizaciones de estudiantes y docentes han decidido aplazar el primer año de gestión del secretario de Estado, por la excesiva demora en responder a una problemática de carácter urgente.
Pero así como urge la reparación de la infraestructura de establecimientos educativos, para evitar que más alumnos resulten heridos en lamentables casos de accidentes, también resulta urgente avanzar en el debate y en las acciones para mejorar sustancialmente la calidad de la educación. En este campo también se notan mucha lentitud, burocracia y poco interés.
Aunque hay expertos que sostienen que mientras no se alcance a solucionar el drama de la infraestructura escolar difícilmente se pueda avanzar en el debate sobre la calidad educativa, ambas cosas requieren urgencia y voluntad. Paraguay sigue siendo uno de los países que menos invierten en el área educativa, porque evidentemente los gobernantes y los exponentes de la clase política no lo consideran como una prioridad, o solamente lo hacen en los discursos.
A la vista de los resultados, la famosa reforma educativa de los años 90 ha sido un gran fracaso. Es urgente discutir y avanzar en el diseño de un nuevo sistema educativo, más acorde a las necesidades del mundo actual.