Los estudiantes se cansaron de las promesas incumplidas del Ministerio de Educación; de los techos de aulas que se derrumban, de la falta de infraestructura en las instituciones, del cocido de oro del MEC, entre otros temas.
La toma de los colegios por parte de los alumnos es un “espectáculo” para la prensa y un hecho impactante –y con justa razón– para la opinión pública. Y desde este punto de vista, el fenómeno es positivo, pues estos eventos vuelven a instalar en el centro del debate mediático, de la agenda de las autoridades de turno y del diálogo cotidiano del ciudadano de calle, tema relevantes, como en este caso el de la educación y sus carencias. La educación es el punto clave del desarrollo de los pueblos y de la realización de las personas.
Pero siendo objetivos debemos reconocer que no siempre estos eventos llevan al verdadero cambio. Todo podría ser simplemente una expresión pública más de la democracia y sus libertades, una especie de “golpe simbólico” para que finalmente no cambie nada. Y los que manejan los hilos del poder saben de ello, y la historia está llena de ejemplos.
El problema de la educación y sus carencias en Paraguay no se resolverán con la renuncia de la ministra Marta Lafuente, aunque quizás en este momento sea la medida política más apropiada para bajar las tensiones. Y esto no significa que nos callemos todos para decir “aquí no pasa nada” o solicitar que la ministra permanezca en su puesto. Podría irse o quedarse, da igual, la solución al problema de fondo no pasa por ahí.
El deseo de justicia que nace del corazón de los jóvenes, y que moviliza y se expresa más claramente en estos casos, es muy positivo y hasta educativo para los adultos, ya anestesiados o acostumbrados a situaciones de injusticia.
Pero no basta con la emoción de ver a los jóvenes reclamar sus derechos y apoyarlos. Hace falta ir hasta las preguntas finales: ¿Cómo realmente vendrá el cambio en la Educación? ¿Basta con más fondos para infraestructura y mejores salarios? ¿Cuál es la educación que necesitamos? Ante este escenario complejo, urge el diálogo como herramienta para alcanzar el bien común; la ministra –o el MEC– y los estudiantes deben superar orgullo y prejuicios y ponerse frente a frente, no hay otra salida. Además, cabe recordar que el cambio de una sociedad tiene su centro en la persona, parte del docente, estudiante o político que toma con seriedad y honestidad su realidad y desea el bien. Quizás sea esta la educación que necesitamos retomar en Paraguay.