Por Susana Oviedo
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El vaticanólogo argentino, Andrés Beltramo Álvarez, uno de los periodistas que normalmente acompaña el vuelo papal, sostiene que la velocidad que imprime Francisco a su pontificado no es porque sabe que este será breve, como él mismo ha expresado, sino porque su gran obsesión es la pérdida de fieles. Un hecho que precisa de una revolución cultural dentro de la propia Iglesia.
“La gran obsesión del papa Francisco es la expulsión de los fieles, por una actitud de la Iglesia. Por eso hablo de una reforma o revolución cultural, porque la única forma de que esto se frene es con un cambio de actitud en la Iglesia”, sostiene.
Para ahondar en este punto, expresa con ironía que Francisco “no vino de Marte”, sino que representa a una actitud que ya existe en la Iglesia.
“En el mundo católico todos conocemos que hay buenos sacerdotes y malos sacerdotes, y que el daño que producen los segundos es inconmensurable. Entonces lo que este Papa quiere es valorar la figura del buen sacerdote y controlar o evitar los daños de los malos sacerdotes”, explica.
Se refiere a sacerdotes que son fieles al Evangelio, que no dejan que su boca y sus acciones alimenten los prejuicios, la cerrazón, la discriminación y un montón de cuestiones que son gratuitas.
“Qué sentido tendría en una Iglesia, si actúa así”, dice, y cuenta el caso de unos jóvenes drogadictos italianos que no tenían dónde dormir, y que se acercaron a un templo católico para refugiarse en él, pero los expulsaron. Entonces conocieron a unos marroquíes que les acogieron en su casa, y que con el tiempo estos jóvenes se hicieron del ISIS (grupo islámico fundamentalista).
Los responsables de esa Iglesia Católica a la que se acercaron inicialmente esos jóvenes, dice, no vieron en ellos, lo que el papa Francisco predica: que lo primero es la persona.
“La gran apuesta del papa Francisco es cómo hacer una reforma que perdure en el tiempo, provocando la madurez, no con normas de cumplir, decálogos, sino como un encuentro, un encuentro con la persona”.
Para Beltramo no puede ser lógico que si se quiere un cambio cristiano-cultural, los obispos, que deben ser los pastores cercanos a la gente, lleven una vida ostentosa o se metan en escándalos sexuales o financieros.
El cambio de las estructuras tiene que ver, por un lado con evitar el escándalo, pero también con alinear las estructuras al mensaje del Papa de “salir al encuentro”.
Cita el caso de algunos obispos que tienen en sus diócesis una serie de oficinas y comisiones que, en vez de ayudar en la pastoral a esa cercanía con la gente, son espacios burocráticos que generan diques, que se cierran a las personas.
CAMBIOS. Reconoce que “hay grupos muy poderosos que quieren que la Iglesia acepte cosas que nunca va a aceptar, y que ni el papa Francisco lo aceptaría”.
Eso no quiere decir que la Iglesia no haga cuentas con ciertos temas de la realidad, como la homosexualidad.
“Si en una escuela católica hay un homosexual, ¿cómo debe ser tratado? En otros tiempos, lo expulsaban. Cambiar esto no pasa por un decreto, sino por una actitud: ¿lo expulsamos o le tendemos la mano?”, plantea.
En el mismo orden refiere que no necesariamente hay que hacer un decreto para que los divorciados vuelvan a comulgar, “sino que se encuentren con Cristo”.
Por eso hace la precisión de que algo distinto es hacer que la Iglesia acepte cosas que teológicamente no puede aceptar.
En tal sentido, Beltramo reconoce que hay un cierto relato que los medios de comunicación han generado respecto a Francisco, presentándolo bajo la idea de que es el Papa que cambiará todo. “Esto no es cierto, él está teniendo una serie de gestos que tienen una manifestación, pero que también te muestran una gran continuidad dentro de la Iglesia”.
Ese enfoque mediático ha confundido a mucha gente, dice el periodista.
Admite que la sorpresa existe, y pasa sobre todo por una reforma cultural que Francisco está planteando, y que es algo “que sí va a dejar la marca”.
Se está ante una verdadera acogida de aceptación, más allá de las diferencias y de los pecados de las personas. “Esta pastoral cercana a la gente, es una impronta latinoamericana”, destaca.