El diálogo es la herramienta más valiosa que posee una sociedad para superar dificultades, consensuar líneas de pensamiento y de acción y crecer buscando el bienestar general. Asimismo, es la más difícil de utilizar correctamente porque en las conversaciones aparecen con frecuencia elementos extraños, sentimientos encontrados e incluso afán de manipulación que constituyen interferencias en el proceso de comunicación.
Lo más fácil en un intercambio entre sectores de la sociedad, en los que cada uno de ellos detenta una cuota de poder que entra en juego, es hacer concesiones en beneficio del bien común que se persigue como interés superior.
Las posturas intransigentes en las que el Gobierno o los estudiantes consideren que sus puntos de vista son los que tienen que prevalecer por encima de todo, incluso de la racionalidad, son las que podrían hacer imposible el diálogo. De ese modo, los avances quedarían truncos y los frutos que pudieran recogerse más adelante quedarían solo a nivel de aspiraciones truncas.
Mirando la escena que motivó el retiro del diálogo por parte de los estudiantes y el llamado posterior a un paro, el obstáculo surgido no es tan grave como para cerrar la posibilidad de sentarse nuevamente a conversar.
La ministra Marta Lafuente dijo que no podía firmar actas de cuyo contenido se había enterado en el momento de la reunión con los 10 representantes de los alumnos de la media y hacerse responsable de compromisos que posteriormente podrían no ser cumplidos.
Los estudiantes no lo entendieron de ese modo y decidieron abandonar la instancia de diálogo vigente. Con esto el panorama cambia y el escenario se vuelve diferente. El mismo, sin embargo, no debería convertirse en ningún momento en espacio de enfrentamiento porque a través de ese mecanismo incluso los aspectos compartidos tienden a desaparecer y se radicalizan las posturas.
Más que de fondo, la discrepancia es de forma. El Gobierno no puede oponerse al planteamiento de los estudiantes de elevar razonablemente el porcentaje de inversión del PIB en educación hasta alcanzar la base ideal del 7 por ciento, que los kits escolares lleguen a destino como máximo al 30 de marzo y otros planteamientos puntuales.
Si bien los estudiantes requieren una respuesta positiva inmediata a sus requerimientos, esto no siempre es factible. Lo es sí que la tengan en un plazo razonable y establecido. Lo importante es evitar el riesgo de que en unos meses más todo quede en la nada de nuevo, como ha sucedido ya.
Ante la incómoda realidad que abre una grieta en la comunicación Gobierno-estudiantes, es necesario que ambas partes hagan lo necesario –de manera urgente– para restablecer el vínculo cortado. El camino institucional para solucionar los problemas de la educación es el diálogo. Romperlo es una manera de retrasar y agravar las soluciones graduales que puedan lograrse.