Culminada la caída ante el Senado de la que fuera su aliada durante media década, este estratega de 75 años, de andar erguido y aire distante, juró su cargo el miércoles como el gobernante del quinto país más poblado del mundo hasta el final del 2018.
El objetivo de llegar al poder lo trazó hace meses, por décadas le rehuyó. Y, ahora, todos los focos apuntan a quien fue descrito como “mayordomo de una película de terror” por parte de un viejo enemigo político.
La primera señal fue cuando se quejó de ser un “vicepresidente decorativo” de Rousseff y el golpe definitivo llegó a finales de marzo cuando orquestó la salida de su poderoso PMDB (centro-derecha) del gobierno agonizante.
El mandato de su compañera de fórmula quedó entonces herido de muerte y, en poco más de un mes, Temer era ya el presidente interino de Brasil, a la espera de que se concretara la destitución.
Ese día llegó. En una ceremonia breve, después de tomarse selfies con los senadores que lo llevaron al poder, asumió sin dar discursos. afp