Los dirigentes de base del Partido Colorado están muy molestos por la composición del Gabinete del presidente Horacio Cartes. No solo porque no han incidido en ella, sino, sobre todo, porque no les permitirá maniobrar como antes para manejar todo tipo de cupos. Desde puestos de trabajo, hasta licitaciones.
Cartes armó su equipo con alto grado de prescindencia de los dirigentes del Partido Colorado. Frustró así la pretensión de estos de seguir manteniendo el tradicional esquema clientelista de premiar a sus operadores políticos con cargos dentro del Estado. O bien, ubicarse ellos en los puestos directivos de la función pública, que es lo mínimo.
Aunque se esfuerzan por no explicitar lo que realmente pretenden, que es el reivindicar la autoridad que creen ganada para involucrarse en la conformación del equipo que acompañará en los próximos 5 años a quien, también ellos, ayudaron a llegar donde está. Quieren seguir siendo los que imparten la bendición sobre los candidatos que escoge el mandatario para los cargos de confianza.
Con una profunda actitud de pelota jára, los presidentes de seccionales se consideran propietarios de las instituciones públicas. Por consiguiente, también se sienten en calidad de disponer de los cargos, porque así ha sido hasta ahora en que, aparentemente, se produjo un punto de inflexión, justamente por la forma en que el presidente escogió a sus colaboradores, enfatizando la idoneidad y formación, antes que la militancia partidaria.
Con la práctica que defienden los dirigentes de base, fracasado los gobiernos colorados anteriores, y la efímera administración liberal reciente, para dar respuestas inteligentes y oportunas a los problemas, porque desde los partidos impusieron ministros y titulares de entes públicos, sobrevalorando el activismo partidario, antes que otras cualidades indispensables para administrar el Estado. Cuántos altos funcionarios de dudosa honorabilidad, honestidad y capacidad hemos padecido en los últimos años.
Los dirigentes de base reclaman, pero a la vez, dicen que apoyan al presidente de la República. Expresan un sí no sustentable en el tiempo. Un sí que en cualquier momento puede transformarse en un rotundo no, si consiguen más aliados dentro del partido y aprovechan cierta vulnerabilidad que demuestre Cartes.
Las lealtades concebidas como moneda de cambio, como sucede en los dos partidos tradicionales, sirvieron por muchos años a llenar el Estado de funcionarios incompetentes y, sobre todo, voraces a la hora de administrar los recursos públicos.