En un estado de conmoción, a cuatro años de haber iniciado la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870), los paraguayos estaban centrados en proveer de todo lo necesario a sus tropas, sabiendo que hasta el presidente Francisco Solano López estaba en batalla. Esa era la realidad en la que se encontraban los asuncenos en enero de 1868, comentó el historiador Aníbal Herib Caballero.
El 19 de febrero las tropas aliadas bombardearon Humaitá. Por telégrafo se comunicó al Gobierno que la capital estaba bajo riesgo. Como primera medida, el vicepresidente Sánchez ordenó la desocupación de la capital y la declaró punto militar.
A través de un pregonero, en medio de las plazas públicas, se informó a los asuncenos que tenían 48 horas para abandonar la capital y dirigirse a la ciudad de Luque u otras localidades aledañas, relató Caballero.
Como en ese tiempo la mayor parte de la población asuncena estaba vinculada a la administración del Estado, casi todos se trasladaron a Luque. Mientras que otros se reubicaron en Trinidad.
Vista de Asunción a mediados del siglo XIX. Obra de Alfredo Du Graty, 1862/3.
Sánchez también dio otras órdenes: la primera disposición era que quienes sean descubiertos robando serían fusilados y la segunda, cualquiera que entrara en contacto con los enemigos sería sometido a la pena capital.
Esa era la garantía del Estado para que la gente acceda a dejar sus casas, que finalmente fueron destruidas con la invasión de las tropas enemigas en enero de 1869, cuando los aliados saquearon toda la ciudad, narró el historiador.
Desde ese momento, Asunción dejó de ser capital y quedó solamente la guarnición militar. Posteriormente, dos buques enemigos bombardearon la ciudad. Combatidos con las baterías que había, una de ellas se encontraba en la Loma San Jerónimo, finalmente los buques brasileños retrocedieron, pero todo quedó totalmente vulnerable, razón por la que ya no se pudo regresar.
Una capital nómada
Fue así, en una fecha como hoy pero 150 años atrás, que Luque quedó como capital del Paraguay hasta fines de mayo 1868, cuando nuevamente la capital se trasladó, esta vez a Piribebuy, donde se mantuvo hasta fines de julio 1969. Posteriormente pasó a Curuguaty, hasta octubre de ese año, puesto que las tropas enemigas tomaron el lugar luego de la Batalla de Curuguaty.
El investigador señaló que existen documentos de que en mayo de 1868 había algunos hospitales que todavía funcionaban en Asunción, todo lo demás era solo personal militar.
“Lamentablemente no hay cifras, pero se estima que entre 20.000 a 30.000 personas, aproximadamente, eran desplazadas. Muchas de ellas heridas y miles de mujeres que en 48 horas tenían que abandonar todas sus cosas”, detalló Caballero.
Mujeres paraguayas en el camino a la Trinidad. Ilustración de Juan Ignacio Garmendia.
Caballero refirió que ese tipo de medidas no eran nuevas, ya se había realizado una vez durante el transcurso de la guerra, con las poblaciones al sur de Tebicuary y las cercanas a Ñeembucú.
“El hecho de despoblar, obviamente, generaba una conmoción porque significaba mover un importante contingente humano a lugares donde no había capacidad para alimentarles, más el hacinamiento, provocó muchas muertes y enfermedades. Ante todo, lo que más ocurrió es el hambre”, señaló.
Durante los traslados algunos viajaban en tren, otros en carretas o caballos, y los que no tenían medios iban a pie. Asunción inició su reconstrucción al culminar la Guerra de la Triple Alianza.