Hubo un tiempo en el que la confrontación entre los candidatos a la intendencia de Asunción se centraba en el debate sobre los programas que cada uno de ellos defendía. Se discutía con mayor o menor rigor sobre soluciones medioambientales, prioridades urbanas o participación ciudadana. Los sucesivos fracasos y mentiras, la increíble degradación de la calidad política y el gradual cansancio ciudadano convirtieron ese ejercicio en cosa del pasado.
A menos de cinco meses de las internas municipales, los precandidatos no muestran ningún apuro por explicar sus ideas y planes. En realidad, la mayoría de ellos no los tienen ni sus partidos discutieron jamás una política municipal. Con el trabajo intelectual cada vez más desvalorizado y arrinconado y con el vacío discursivo de los partidos políticos no es sorprendente el alejamiento de la gente.
Una campaña así se vuelve monocordemente chata y se reduce al carisma de los líderes políticos. El problema es que tampoco hay líderes descollantes. La política en Paraguay se ha convertido en un lodazal que, para colmo, exige una cuota de ingreso exorbitante. Eso explica que muchas personas que hubieran podido aportar conocimiento, honestidad y experiencia prefieran quedarse en su casa. La verdadera política los necesita, pero la politiquería de prebendas, arrabales y hurras no los extraña.
Un electorado desmovilizado es el sustrato ideal para una victoria de la ANR, en el poder desde hace tres periodos. En Asunción hay una mayoría colorada, aunque el voto sea menos duro que en el interior del país. Es un electorado que puede ser seducido por un buen candidato opositor.
La estructura partidaria podría ser suficiente para la reelección de Arnaldo Samaniego, pese a su pobre gestión. Veremos cómo le va cuando salga a hacer campaña con su desprestigiado tractor amarillo. Tiene a su favor la legendaria vocación masoquista de una parte de la población asuncena y la notable falta de ideas de su rival, Cynthia Tarragó. Esta deberá inventar algo más creativo que sacarse una foto con una escoba y decir que quiere una ciudad limpia. En rigor, también está Óscar Tuma. Pero los cambios ocurridos en la interna colorada lo dejaron más desorientado que brújula en una lavadora.
El intendente será colorado, a no ser que la oposición logre hacer una alianza perfecta. Nada fácil, pues eso incluye al PLRA, un partido que se quedó dos veces sin candidato, sin que eso signifique una derrota colorada. Pero el PLRA no tiene a nadie, salvo que se considere a Jaeggli como una opción en serio. Queda un respetable espectro constituido por el Frente Guasu y la Plataforma Ciudadana. Ha sido lanzado Carlos Galarza, Mario Ferreiro lo sigue pensando y los demás esperan. Lo único interesante pasa por aquí. ¿Lograrán hacer una alianza interesante? Esto es lo que hay por ahora. De ideas y programas que cambien el rostro de esta ciudad sucia y anárquica no vamos a escuchar demasiado. Nuestra política ha desterrado esas tonterías.