16 oct. 2025

Cuatro décadas Goiriz

El dibujante y escritor paraguayo cumple 40 años de oficio ilustrador. Lo festeja con el libro Huellas en la tormenta,que se presenta el 18 de abril, a las 19.00, en el World Trade Center.

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Por Blas Brítez

–¿

Cómo fueron tus inicios, Roberto, en el ámbito del dibujo?

–Aunque dibujo desde que recuerdo, fue a los 16 años que empecé a trabajar profesionalmente. Empezó como una persistente y algo ingenua recorrida por las redacciones de diarios y revistas de la época, provisto de unas cuantas páginas dibujadas con lo que supongo habrán sido temas de la época, en versión caricaturas o historietas. Para mi sorpresa, y quizá por agotamiento, fue finalmente el diario ABC el que vio algo interesante en ellas y me encargó dibujar parte del suplemento escolar de la época, apoyando la tarea del ilustrador titular, el entonces mayor Walter Bonifazi. Así empecé, y me enfrenté a procesos desconocidos por mí, como, además de dibujar, hacer el color con base en la separación por capas de papel vegetal pintadas en negro y grises encima de los dibujos. Los colores se adivinaban, por la mezcla de las capas, y a veces me salían los pastos rojos o las pieles celestes, hasta que aprendí a abstraer las combinaciones. Fue entretenido.

–¿Con quiénes crecieron aprendiendo los dibujantes de tu generación?
–Mis padres no tenían muchos recursos como para hacerme estudiar dibujo. Así que me dejaban libre en ese aspecto, sin alentarme ni impedirme las ganas de expresar en líneas lo que tenía adentro. Sin embargo, yo me encontré con grandes maestros del dibujo en las páginas de revistas como El Tony, D’Artagnan y otras que venían de Argentina, también de revistas de México y Chile. Cuánto enseñaban esos trazos, sin necesidad de hablar. Los copiaba con esmero y al hacerlo entendía la intención del artista. Los admiraba y los sigo admirando profundamente. Maestros como Hal Foster (Príncipe Valiente), Alex Raymond (Flash Gordon), Burne Hogarth (Tarzán), José Luis Salinas (El libro de la selva), Ricardo Villagrán (Nippur, Mark), entre tantos otros. Con ellos aprendí.

–¿Qué diferencias encontrás entre aquellos tiempos y los actuales en materia del oficio?
–La incidencia de la tecnología es el aspecto principal que ha cambiado mucho. Muchos dibujantes la han incorporado plenamente a su proceso de creación. En mi caso, sigo dibujando a mano, con lápiz sobre papel y el posterior pasado a tinta china negra con pincel. Pero el color, cuando pinto mis propios dibujos, los hago digitalmente.

–¿Cómo es un día de producción artística en tu vida?
–Un poco caótico. Pero básicamente dibujo todos los días, a veces en los huecos que me dejan mis otras actividades, a veces durante todo el día; a veces ilustrando guiones de escritores con los que colaboro, a veces creando mis propias historias. Empiezo a las ocho de la mañana, aproximadamente, y con muchas interrupciones, puedo estar dibujando hasta la noche.

–¿Cuál es la vertiente creativa en la que mejor te sentís? ¿Cómics, publicidad, viñetas coyunturales?
–Me siento cómodo en todas las variables de la creación de los rubros profesionales que practico. Puedo comenzar escribiendo el texto de un jingle, para luego diseñar un logotipo, para entonces encarar la redacción de una propuesta estratégica, finalizando con una página de cómic. Es una mezcla que hasta hoy no puedo evitar, y depende más bien de los encargos que me hacen. Supongo que con el tiempo me gustaría darle más énfasis al cómic. Nunca se sabe.


–¿Hay un recambio generacional?

–Hasta hace unos diez años te hubiera respondido que no, pero afortunadamente han surgido notables artistas que han desmentido esta creencia y que actualmente están evolucionando muy bien. Algunos provienen del manga, otros de la ilustración y del diseño; todos tienen una gran ductilidad y buen manejo de herramientas tecnológicas. Se siente bien eso de estar acompañado de gente joven y no solo de los pioneros, cuya presencia siempre es estimada y admirada, pero no suficiente como para sustentar una producción nacional en este arte.

–¿El trabajo del dibujante paraguayo está bien posicionado en el exterior?
–Muy poco, aún. Hace falta una mayor presencia de dibujos paraguayos. Existen países, como la Argentina, que ya se han ganado un lugar en la mente de los editores por la gran calidad de su trabajo. Así que siempre obtienen atención cuando presentan sus trabajos. Conseguir que algún editor mire un portfolio ya es un gran logro. Y obtener un encargo, lo es mucho más.

–¿Proyectos?
–Sigo con mis cómics históricos, aunque interrumpidos para dibujar encargos de amigos del exterior. Estoy haciendo los lápices del capítulo seis de un superhéroe que empecé a dibujar hace algunos años para una pequeña editorial. También, a veces, hago portadas para la editorial Aurea. No estoy buscando ni planificando nada, simplemente dejo que todo fluya. Y trato de disfrutarlo.

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