07 may. 2024

Coimas, mentiras y miedos

Estela Ruiz Díaz TW: @Estelaruizdiaz

Ha pasado otra semana y la trama de la renuncia del presidente Horacio Cartes para asumir como senador activo sigue en la incertidumbre. Ningún sector se anima a asegurar el triunfo de su posición y la única frase que pueden emitir es que “hoy” no hay votos favorables para el presidente, pero tampoco se animan a vaticinar lo que pasará mañana.

El escenario se ha vuelto más complicado, a pesar de que la guerra verbal entre cartistas y abdistas ha bajado de decibeles notablemente y la idea es acercar a los dos máximos referentes, que no tienen contacto directo desde las elecciones generales. Luego de las fuertes declaraciones de referentes del Gobierno electo, Cartes se vio obligado a firmar el decreto para que entre en funciones el equipo de transición y anuló la grosera prórroga de concesión a dos casinos por 10 años más, a partir del 2025; es decir, con 7 años de anticipación. Al saltar el escándalo, el presidente tuvo que revocar la insostenible regalía.

El escenario subió de tono con el interminable escándalo de la carne que supuró con denuncias de supuesta coima que salpican a dos ministros: Gustavo Leite (MIC) y el recién estrenado en el cargo Luis Gneiting (MAG).

La historia arranca cuando el ganadero Carlos Trapani acerca al presidente de la República las denuncias de la supuesta coima que le confió Hugo Idoyaga, ex Senacsa, a quien supuestamente el brasileño De Lima confesó el apriete. El senador Galaverna fue el nexo para conseguir la audiencia. Trapani puso al tanto a Cartes, quien le propuso un careo con ambos ministros, quienes coincidentemente estaban en Mburuvicha Róga, pero aquel se negó por ser un simple mensajero. La bomba explotó con la filtración a la prensa y ahora el caso ya está en la Fiscalía. Jair, el supuesto pagador, negó el pago, pero Trapani, Idoyaga y Galaverna sostienen la historia cuyo final aún no está escrito.

El verborrágico ministro Leite pasó de justiciero de la carne y verdugo de sus pares al campo de la sospecha. En el país de la corrupción y la impunidad, la sola acusación es suficiente para que el tribunal popular sentencie culpabilidad, a pesar de sobreseimientos judiciales.

Más allá del escándalo de este juego político de elevado antagonismo entre los involucrados, hay un capítulo de esta historia que no cierra muy bien y es la rapidez con la que el Gobierno rehabilitó los mercados para la exportación, cuando días antes nada más Jair de Lima era considerado un traidor de la patria. Aquí es donde las explicaciones gubernamentales pierden fuerza para dar lugar a las sospechas.

En el affaire de la carne no todo está dicho y todas las partes involucradas esconden porciones de verdad para evitar que la gravedad del escándalo hunda a todos por igual.

EN RETIRADA. La displicente actitud del presidente ante estos hechos revela que está en retirada y que aprovecha el último tramo para pagar favores políticos. Es la única manera de entender la concesión escandalosa de los casinos (obligado a rever), o permitir la promulgación automática de la ley que aprueba la venta de 500 hectáreas del Ministerio de Defensa a El Farol, una empresa de recolección de basura, desoyendo dictámenes en contra de la Seam y del propio Ministerio. Este caso tiene aristas políticas vinculadas a intereses del clan Núñez.

PLAZO. Quedan aún 20 días largos días para negociar la aceptación de la renuncia presidencial. Las presiones no cesan, como lo reveló el senador Dos Santos, quien en encendido discurso ante el pleno denunció intento de soborno. La postura del legislador pone entre las cuerdas a los ausentes (colorados y opositores) en aquella primera sesión convocada para tratar la renuncia. Si hoy cambian de postura automáticamente caerán en la ignominia por la simple sospecha.

En este contexto fue muy llamativo el discurso del presidente electo con dirigentes de Alto Paraná, con quienes se sacó la espina por la derrota en la región. Un tiro por elevación que impacta en el clan Zacarías.

Su frase suena a delineamiento político: “Ningún triunfo vale la pena bajo la tumba de los principios y quienes creen que me van a doblegar con amenazas, con chantaje, a lo mejor porque soy callado y trato de ser humilde. Yo no tengo odio ni rencores, pero tampoco me van a doblegar en el compromiso que hemos hecho con el Paraguay. A la clase política y a los líderes de mi partido les digo que yo voy a ser un factor de unidad, pero no voy negociar con mis principios, no voy a negociar con mis ideales”, remató y encendió luces de alarma.

Los defensores cartistas cada vez tienen menos argumentos para sustentar su teoría: la torpe amenaza de ingobernabilidad por parte de las bases oficialistas, el caso Messer, las concesiones vergonzosas y ahora las supuestas coimas fortalecen la postura de quienes lo quieren enviar al exilio de la banca vitalicia.

Cartes, apodado el Gallo porque le gusta comprar peleas antes que sentarse a dialogar, juega en las sombras su supervivencia política, pero su fuerte carácter conspira contra sí mismo. El presidente sabe que el Senado es un territorio hostil, donde deberá compartir escenario con Desirée Masi o Payo Cubas y otros adversarios que lo confrontarán cara a cara, cuando cinco años solo ha gobernado dando órdenes. Por eso, lo que más temen sus subordinados es que patee el tablero como ya lo hizo con la enmienda, cuando dejó en ridículo a sus aliados luguistas y llanistas. Temen quedar abandonados en la fría y solitaria llanura a expensas de sus voraces correligionarios que retornaron al poder con ansias de cobrar viejas cuentas.

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