“Mbykymi, pelotero kasõicha”, afirma con sabia descripción gráfica un ñe’enga. Es que para la práctica de deportes, incluido el fútbol, es fundamental vestir ropas cómodas y para el efecto los pantalones deben ser necesariamente de menor longitud que la versión utilizada para salir a la calle. Por eso la analogía entre lo breve de una acción u objeto y la prenda inferior utilizada por los futbolistas.
Desde que el fútbol adquiriera en 1863 sus primeras reglas consensuadas, separándose definitivamente del fútbol de rugby –o rugby, a secas– y de otros deportes en los que también se le da puntapiés a un balón, estaba claro que las prendas debían ofrecer comodidad y libertad de movimiento a los practicantes.
Los primeros pantalones variaban entre los que llegaban hasta los tobillos y los de tres cuartos. En cualquiera de los casos, la piel del jugador no quedaba visible, y aunque las prendas solo llegasen hasta las rodillas, las medias y la perneras (una suerte de canillera, pero más alta y usada por encima de las medias) se superponían a la parte inferior de la prenda.
Aun así, la indumentaria era vista con recelo por los ojos conservadores, propios de la moral victoriana de la época, si bien no se llegaba al punto de prohibir la asistencia de mujeres a los partidos, como ocurre en la actualidad en algunos países musulmanes, que no admiten que una mirada femenina se pose sobre los jugadores. En Arabia Saudita hace apenas una semana que se permite a las mujeres, con ciertas restricciones, acudir a los estadios.
Telas y colores diversos
Remilgos moralistas aparte, no existía un criterio único sobre modelos y telas. En un grabado que muestra el primer partido internacional, jugado en 1872 entre las selecciones de Escocia e Inglaterra, se aprecia que los futbolistas visten lo que parecen calzas, y algunos artículos sostienen que eran de lana.
También era usual que los pantalones se sujetaran con cintos. Aun estaban lejos los tiempos en los que empezarían a ajustarse con un cordón interno. En la década del 40, los ajustes se hacían con unas tiras cosidas a la prenda a modo de cintos.
En Sudamérica, los primeros clubes solo se preocupaban de que coincidieran los colores de la camiseta –ni siquiera el diseño–, pero los pantalones podían ser diferentes desde lo cromático. En Paraguay, por ejemplo, las pocas fotos conocidas de algunos equipos de las primeras décadas del siglo XX muestran jugadores de un mismo club con pantaloncitos de diferentes tonalidades.
En una fotografía del cuadro de Guaraní de 1906, se observa que algunos futbolistas visten shorts claros, presumiblemente blancos, y otros oscuros, que uno imagina negros. Lo mismo pasa con la imagen del equipo campeón de Olimpia de 1914, en el que se aprecian pantalones oscuros entre la mayoría clara. Otra foto, de 1919, revela que también se apelaba a los pantalones de vestir viejos, que se convertían en prendas deportivas con solo un par de tijerazos.
Al parecer, la despreocupación por la uniformidad de los calzones de fútbol seguiría durante la década del 20 del siglo pasado, en nuestro país y en los vecinos, hasta que las asociaciones fueron legislando para hacer obligatorio el uso de una prenda con un color común.
En cuanto a longitud, la rodilla era el límite hasta la década del 30, cuando en algunos países de Europa y Sudamérica comenzaron a acortarse. En los países de la región el proceso se inició en 1937, más o menos, y continuó su paulatina reducción hasta los 40, década en la que pasaron a dejar casi todo el muslo al descubierto.
El proceso no fue uniforme, pues se dieron casos en los que en un mismo equipo los pantalones tenían diferentes largos, como ocurrió con Cerro Porteño: en una foto de 1937 se puede ver que algunos atletas llevan pantalones cortos y otros largos.
Pero en 1940, el club de Barrio Obrero ya se había actualizado y la totalidad de sus atletas usaban los shorts cortos, hecho que se puso en evidencia con la visita de Peñarol de Montevideo que, sorprendentemente, todavía no se había puesto a la moda cuando enfrentó, en un amistoso en Asunción, a los azulgranas.
Los del aurinegro uruguayo vestían los para entonces ya desusados shorts tres cuartos, a contramano de la historia, pues los orientales solían estar más adelantados que los paraguayos en lo referente a novedades en el fútbol, tanto en técnica y táctica como en vestimenta. Pero por lo visto en este caso, no siempre nos precedían.
Por esta época también se popularizó en nuestro subcontinente el uso del suspensor anatómico, una especie de slip ajustado y elástico con la cintura alta –la que debía doblarse para mayor comodidad– que quedaba por encima del pantalón y en el que se introducía la camisa o camiseta. La particular imagen de los futbolistas con esta ropa interior se extendería hasta la primera mitad de los 60, cuando empezó a ser reemplazada por verdaderos slips.
Cortos y largos
El acortamiento de los pantalones no fue parejo fuera de Iberoamérica. En Europa y en Estados Unidos se alzaban apenas por encima de las rodillas, con excepción quizás de Italia, país en el que eran más cortos que en otras naciones de Europa, aunque no tanto como en los países americanos de habla hispana y portuguesa.
Después de la Segunda Guerra Mundial había longitudes para todos los gustos. En la Unión Soviética no solo eran largos hasta las rodillas, sino que también eran muy anchos, al punto de que parecían polleras. Pero hacia finales de los 50, el resto del mundo ya se había rendido a la innovación sudamericana. A partir de entonces las longitudes fueron similares.
En Sudamérica se habían impuesto definitivamente los cortos y así permanecerían en el futuro, alcanzando su mínima expresión entre mediados de los 70 y finales de los 80. Los calzones de fútbol estaban confeccionados con tela de algodón hasta que, alrededor de los 70, las marcas comenzaron a introducir diseños nuevos y tejidos sintéticos, además de incorporar un slip interior adherido al pantalón, como en los trajes de baño.
Pero la gran revolución en el diseño se produjo en 1988, cuando algunos clubes franceses –Bordeaux y Nantes, por ejemplo– presentaron una equipación que incluía pantalones que hoy pueden parecernos cortos, pero que eran muy largos comparados con los que se utilizaban en ese momento.
Hoy, todos los fabricantes de prendas deportivas ofrecen calzones con la misma longitud –un poco por encima de las rodillas– y no muy anchos, confeccionados todos con tela sintética. También se hizo norma llevar en él el escudo del club, moda en que la marca británica Umbro fue pionera, ya que lo hizo desde mediados de los 70.
¿Cuál será la siguiente innovación? Es imposible predecirlo, porque en la actualidad es el marketing el que impone qué cambios introducir para hacer más atractiva una prenda, aunque –también por técnicas de mercadeo– lo que se busca es que sean más cómodas al menor costo. Pero si hay cambios, que estos estén bien puestos.
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A finales de los 80 empezó el regreso a los orígenes, aunque esta vez ya de la mano de las estrategias de marketing, con su epicentro en Francia, el lugar más apropiado para que se produzca un cambio radical en la moda.
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