06 dic. 2025

Una oportunidad para el prójimo

Pocos días atrás, desde el Ministerio de Justicia anunciaban el cierre definitivo del penal de mujeres Buen Pastor, operativo desde hace más de 100 años en nuestra capital. El traslado de las reclusas se llevó a cabo en forma tan profesional y coordinada, que sorprendió no solo a las reclusas, sino inclusive a organizaciones sociales que trabajan en conjunto con ellas.

Este cierre significó al mismo tiempo la puesta en funcionamiento del nuevo complejo destinado a las mujeres privadas de libertad en Emboscada, El Comple, a donde serán trasladadas todas las reclusas del país, con excepción de las embarazadas o que estén acompañadas de hijos pequeños, que serán reubicadas en una institución similar, pero más adecuada para tal efecto, en la ciudad de Coronel Oviedo.

Más allá del cambio físico de un establecimiento por otro, lo que verdaderamente importa es el espíritu que anima a esta decisión: brindar una nueva oportunidad. Porque no se trata solo de muros nuevos o instalaciones más amplias, sino de un nuevo enfoque hacia la reinserción social y laboral y la dignidad de las personas.

Como seres humanos, no estamos libres de caer. Todos, en cierto momento, erramos de alguna forma el camino, a pesar de los instrumentos de defensa de la sociedad, que están concebidos para castigar con dureza a los que traspasan los límites fijados. Aun así, asumamos el desafío de mirar al prójimo con compasión, entendiendo que detrás de cada error hay una historia, una persona, una posibilidad de cambio.

Estas mujeres están recluidas por distintos motivos, y muchas de ellas son madres, hermanas y esposas. Tras esas rejas, laten corazones que soñaron algunas vez –y siguen haciéndolo– con un hogar, niños corriendo en él y un futuro distinto. Por esas y otras muchas razones, ofrecerles una oportunidad real de reconstruir sus vidas no es un acto de indulgencia, sino de justicia humana y equidad social.

Como creyentes, y aún sin serlo, cuánta calma podemos encontrar en la seguridad que resume la enseñanza bíblica de que la misericordia y el perdón de Dios son inagotables y deben ser replicados en nuestras relaciones. “Dios nos da segundas oportunidades y un nuevo comienzo, y espera que compartamos esa misma gracia con los demás”. Esta frase resume con precisión cuál debe ser nuestra actitud como sociedad: aprender a perdonar, a acompañar y a brindar herramientas para que el prójimo pueda levantarse y volver a empezar.

No puede existir reinserción si no existen oportunidades concretas para lograrla. Es necesario fomentar la educación, la capacitación en oficios, y, sobre todo, el trabajo comunitario que permita a estas mujeres recuperar su autoestima, su propósito y su lugar en la sociedad. Estos traslados, además de mejorar las condiciones de vida de las reclusas, están orientados justamente a optimizar los procesos de reinserción social a través de estos medios. Cada iniciativa en esa dirección es una inversión en humanidad.

Así, trabajando en conjunto el Estado, la sociedad civil y las organizaciones privadas, se pueden ofrecer segundas oportunidades, fortaleciéndose todas las partes en el proceso.

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