Es vendedor ambulante, artesano, papá y mamá, un soñador que, desde 1989, recorre todo el país ofreciendo sus productos, pero también sembrando amistades y cosechando afectos.
Desde hace una semana, ofrece corazones de madera, termos, paneras con tazas, atrapa-sueños, pulseras y diversos detalles elaborados con esmero en su rol de artesano. Los precios oscilan entre G. 10.000 y G. 50.000, pensados para que todos puedan llevar algo especial para regalar a sus seres queridos.
Originario del sur argentino, llegó al Paraguay como mochilero, y tras regresar brevemente a su país, decidió volver y establecerse en Capitán Miranda, distrito ubicado a 14 kilómetros de Encarnación.
“Llegué a Paraguay con una mochila, hilo y alambre. Hoy tengo tres hijas universitarias y una historia de vida que agradezco cada día. Este país me lo dio todo”, expresó con emoción.
Compartió un mensaje con motivo del reciente Día de la Madre en nuestro país. Sus palabras fueron tan profundas como su trayectoria: “Una madre es un amor infinito. He visto sacrificios que no se pueden describir con palabras. A los hijos les digo que abracen a su mamá en vida, que nunca se cansen de demostrarle amor”.
También dejó una reflexión para quienes inician en la artesanía o en cualquier otro oficio o emprendimiento: “El sol sale para todos. Hay que emprender, organizarse y trabajar con respeto. Así, aunque uno no sea millonario, puede vivir con dignidad”.
Don Manuel asegura que detrás de cada regalo hay una historia, y detrás de cada historia, un corazón que late fuerte por Paraguay.
“No solo hago y vendo artesanías; en estos años viviendo en Paraguay he cosechado muchos amigos y conocidos en todo el país, porque a lo largo del año recorro ciudad por ciudad, pueblo por pueblo. Conozco todos los rincones del Paraguay”, afirmó.