27 jul. 2024

Solicitudes y compromisos

Hoy es Nochebuena y mañana es Navidad, una expresión que a estas horas tiene distintos significados en función del lugar que nos toque estar.

Para los que ven la realidad desde los privilegios y acomodos es momento para celebrar la extraordinaria pasividad y tolerancia de los mandantes. Capaces de perdonar una y mil veces la permanente provocación a su paciencia y aguante. Ni aunque elevemos nuestras solicitudes al cielo, los mandatarios se empeñan cada día en enojar a los que los pusieron en dicho lugar. Cada vez más lejos de sus intereses y más cerca de los propios, cercanos o familiares. No les entran balas. No hay forma de convencerlos de su error en el robo de la cosa pública o en las malas decisiones de jueces y fiscales que fortalecen la impunidad y estimulan la corrupción. Son autoinmunes a la crítica y al escándalo. Viven en su mundo virtual, absolutamente alejado de la realidad de la que emergieron los votos que los colocaron en el congreso y en el ejecutivo. Quizás en un día especial como hoy, algo pueda emerger del pesebre de Belén recreado en sus hogares y puedan transformar sus desgracias en nuevos y renovados compromisos.

Desafortunadamente, el país es inconsciente de su grave realidad. No fue sacudido ni por la pandemia. Creímos tontamente que de esa experiencia que nos costó más de 20 mil muertos seríamos una sociedad distinta y fortalecida en la tragedia. Nos hemos vuelto a reiterar en el error y hoy marchamos en una peregrinación pesimista que fortalece a los delincuentes y acobarda a los buenos. El poder hoy está en manos de quienes el país y el mundo reconocen que solo tienen una agenda individual y patrimonialista. Su acción se reduce a pensar como lucrar de la posición en la que se encuentran. La pobreza, la desigualdad, la falta de oportunidades, la ignorancia y la corrupción no los sacude. Se creen cómodos en una posición donde perciben que las críticas son hechas por quienes solo desean sustituirlos para medrar de lo mismo. La oposición silenciosa y mansa del Paraguay estimula a los malvados que no se ponen límites.

Hoy tenemos toda una generación que ha visto la decadencia moral del país y cuyos hijos del poder solo pretenden imitar el comportamiento de sus mayores. Ingresos económicos desprovistos de capacidad, viajes al exterior a costa del erario público y un absoluto desprecio al servicio desde la función pública. La tierna podredumbre de la época del autoritarismo hoy hace parte de una franja etaria que no sabe de ética ni conoce de vergüenza. Viven alejados de todo compromiso social y miran de soslayo a los que acaban sus vidas en el chespi cotidiano y que en número ya hacen la tercera ciudad del Gran Asunción. Arriba tienen toda la estructura del poder para protegerlos. Policías, militares, jueces y fiscales están para darles impunidad y evitar que los dos millones de pobres no los toquen ni con la sombra como los dalits en el esquema de castas de la India.

Las virtudes de quien nació en Belén, de humildad, sinceridad, amor y esfuerzo para con el otro solo son imitados por unos pocos que no pueden imponer su fuerza ni voluntad en un país estructurado para el fracaso. El poder político se ha inmunizado de cualquier virtud emergente. Se recrea payasescamente la decadencia mientras un Nerón político toca la lira y observa su obra.

No queda otra que despertar a los dormidos y hacer emerger sus virtudes. Estamos en uno de los peores momentos cívicos casi al completar los mismos 35 años de democracia que la que cubrió el periodo autoritario. Sentimos la misma sensación previa al 2 y 3 de febrero de 1989. Un sentimiento de oscuridad, agotamiento y falta de esperanzas rodea a la gran mayoría silenciosa del Paraguay. Tal vez sea el anuncio de que una Natividad singular alumbrada en el horizonte de la golpeada Galilea nos permita reencontrarnos en las cosas sencillas y paraguayas donde la dignidad nos comprometa con un nuevo país. El que tenemos no puede seguir soportando la misma carga. ¡Feliz Navidad!

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