¿Alguna vez se puso a pensar en que realmente merece todo lo que ha logrado? Si a pesar de haber batallado bastante para obtener sus triunfos siente dudas, pase y lea.
Lo que usted probablemente esté pasando es lo que se conoce como síndrome del impostor. Este fenómeno psicológico consiste en sentir que los logros propios no son merecidos, que se deben a la suerte o factores externos.
“Una persona puede vivir con el miedo constante de ser descubierta como un fraude. Pero definitivamente no es una enfermedad mental”, explica la magíster en Intervenciones Cognitivo Conductuales Alejandra Sciacca.
Ahondando más en este fenómeno psicológico, puntualiza que la persona con dicho síndrome interpreta su realidad de manera negativa y poco ajustada a la evidencia real de su vida cotidiana.
Los pensamientos automáticos de autocrítica son la manera en que este problema se manifiesta en la persona. Ello genera ansiedad ante las nuevas oportunidades.
“También se pueden notar rasgos de perfeccionismo extremo y muchas veces procrastinación. Puede afectar a profesionales exitosos, estudiantes brillantes y también a líderes. No discrimina. Aparece en personas capacitadas que paradójicamente no se sienten a la altura de sus propios logros”, describe.
Rasgos. La duda sobre las propias capacidades, a pesar de la evidencia de que uno es un profesional plenamente capacitado, es uno de los rasgos característicos de este síndrome, detalla Sciacca.
“También puede verse una atribución externa del éxito. Pensar que todo se debió a la suerte, al esfuerzo excesivo o a la ayuda de otros. También es como que no puede creer que alcanzó esos logros”.
Las causas de su aparición pueden estar relacionadas con patrones aprendidos en la infancia, con la autoexigencia de la persona y los estilos de crianza muy críticos.
Las redes sociales actúan como factores que potencian la comparación constante y también los entornos altamente competitivos.
La persona es consciente de que es muy autocrítica consigo, pero lo considera como una verdad absoluta. En otros casos, cree que esa inseguridad permanente es normal y hasta necesaria para poder mejorar. Sin embargo, ese constante diálogo interno termina desgastando la autoestima, la motivación y la salud mental.
Salida. Pero esta situación no es irreversible. Con terapia esos pensamientos pueden ser identificados, cuestionarlos y reemplazarlos por creencias más saludables, señala la profesional.
Una de las medidas que puede llevar adelante la persona para ir superando este tipo de pensamientos que afectan al relacionamiento laboral e individual es preguntarse: ¿Qué evidencia tengo de que soy un fraude?
Además puede ayudar tener un diario de logros y capacidades comprobadas para contar con una evidencia visible contra la autocrítica. “También aceptar la imperfección y equivocarse no invalida la competencia que uno tiene, sino que es parte del aprendizaje”.
Exponerse gradualmente a los desafíos que uno evitó asumir por no confiar en sus capacidades es otra de las medidas que pueden ayudar.
Aunque no sea una enfermedad mental, el síndrome del impostor puede generar mucho malestar. Por ello, es importante acudir a un profesional de la salud mental, recomienda.
“Un psicólogo con enfoque cognitivo conductual puede ayudar a identificar esos pensamientos, trabajar la autoestima y enseñar herramientas prácticas para enfrentarlos. No es necesario esperar a que el problema se agrave”, sugiere.