Pasadas las 21:30, la colombiana Shakira abrió su corazón y su repertorio en un espectáculo donde la resiliencia, el pop latino y la conexión afectiva fueron protagonistas.
“No hay mejor encuentro que una lobita con su manada paraguaya”, dijo, marcando el pulso de una noche que prometía unión y la cumplió.
Dueña absoluta del escenario, alternó delicadeza y fuerza, guitarra y cadera, pop urbano y latinidad pura.
Cada canción fue una confesión y una declaración: de Inevitable a Monotonía, de la Barbie brillante que se ríe de sí misma al animal escénico que nunca perdió su esencia y lució en escena con vestuarios icónicos.
Momentos en los que pudimos ver en pantalla gigante las imágenes de sus hijos, sus primeras apariciones en los 90, la niña que la impulsó a seguir, confirmaron que Shakira baila también con sus memorias.
Ese momento, realizó un unplugged (versión acústica) de Antología —intenso, cálido, íntimo— y selló un pacto emocional con el público, que la acompañó en un solo coro de nostalgia y gratitud.
Pero la Loba no se queda en el pasado. Su mensaje fue claro: el amor propio es revolución. Preguntó quiénes estaban solteras y celebró la fortaleza femenina con humor y picardía: “El amor es hermoso, pero más hermoso es el amor por ti misma”.
Con una producción impecable —videos con tecnología en ascenso en plataforma, visuales de agua y bosques, pulseras brillando al unísono con las canciones en las muñecas del público— Shakira demostró que sigue en la cima de la cultura pop mundial.
Más de dos décadas después de Pies Descalzos, sigue caminando segura: por ella, por sus hijos y por millones de fans que bailan al unísono de su resiliencia.
Cerca de la medianoche el aullido final de la Loba desató la fiesta.
En la memoria quedarán escenas como cuando bajó hacia el público, tomó un peluche de lobito de un fan, cuando dijo a alguien feliz cumpleaños o los fuertes momentos donde desplegó su talento como bailarina.
“Una loba no está para tipos como tú, pero sí para noches como esta”, mencionó.
Asunción lo supo y lo gritó “olé, olé, olé… Shaki, Shaki”, en medio de papel picado y fuegos pirotécnicos destellantes hacia el gran final.