Nuestros paradigmas se estaban viendo sacudidos por el avance de la tecnología y las nuevas costumbres de los consumidores cuando vino la terrible pandemia y cambió radicalmente casi todas las condiciones dejándonos “en el aire”.
En la mayoría de las empresas hubo que “barajar y dar de nuevo”, sobrevivir, renovarse y aguantar, ahora más tranquilos vemos que se va desarrollando un “nuevo juego” cuyas reglas no dominamos del todo aún.
Todavía tenemos más preguntas que respuestas. ¿Cómo seguirán los mercados de ahora en adelante? ¿Qué vino para quedarse y qué no? ¿Cuáles serán las nuevas reglas del éxito empresarial? ¿Cómo se atrae, contrata y retiene al nuevo talento? Y todo eso, ¿cómo nos afecta en nuestro negocio?
Hay algunos cambios ya bastante evidentes en las condiciones de trabajo que el Covid, la tecnología y las nuevas costumbres están determinando y que están rediseñando las relaciones laborales.
La tendencia más clara es la flexibilidad, el trabajo en base a las necesidades de la empresa, banco de horas, pago por producto, teletrabajo, trabajo autónomo, vía plataformas, que requieren nuevas formas de contratos por tiempo definido, externalizaciones, por proyectos o por productos, muchos de ellos inexistentes en nuestra legislación y/o sin cobertura de servicios sociales.
Y en ese sentido enfrentar esta nueva modernidad de las condiciones de trabajo supone aceptar que, trabajando en uno de los países más desiguales del mundo, donde la ley ni se cumple ni se demanda, donde es fácil evadir reglas y trabajar prácticamente sin impedimentos que eviten los abusos del poder y el dinero sobre los otros, solo una responsabilidad moral, esa palabra tan en desuso últimamente, es la que nos hace “empresarios modernos”.
Porque hoy en día la gestión moderna de una empresa ya no se concibe sin el cumpliendo al mismo tiempo de las leyes económicas, con una alta responsabilidad social y medio ambiental para asegurar la creación de valor en el presente, protegiendo el futuro y promocionando el recurso más valioso de las empresas: Las personas. Aquellas que no se guían por estas leyes van quedando atrás en la preferencia de los consumidores, en la consideración de sus pares y dejan de ser atractivas para trabajar en ellas. Es el momento de actuar porque, como creadores de trabajo, formación profesional, de riquezas y, por ende, trasformadores trascendentes de la sociedad que somos, no podemos esperar que las leyes se adecuen a la velocidad de los cambios. Mientras tanto nos toca a cada uno de nosotros ofrecer trabajos seguros, en condiciones humanizadas que dignifiquen a la persona, pagas acordes al valor del trabajo y acceso a la protección social, para cada una de las personas que nos acompañan en el quehacer empresarial.