05 ago. 2025

¡Quinto centenario a la vista!

Todos sabemos que Nuestra Señora de la Asunción, nombre oficial de la capital de la República del Paraguay y sede de su Gobierno, cumplirá 500 años de existencia, el 15 de agosto de 2035. Es decir, dentro de diez años y unos días. Estamos hablando de la localización de uno de los enclaves originales de la región y de las más antiguas ciudades de todo el continente sudamericano.

¿Hemos adquirido los paraguayos la conciencia de tal condición? ¿Que somos titulares de la “civilización occidental y cristiana” en esta parte de América?

¿Somos conscientes del título de “capital originaria y secular de la región” que nos adjudicara el historiador argentino Ramón J. Cárcano, en los inicios del siglo XX? ¿Por que hemos fundado ciudades, con paraguayos y recursos paraguayos, en toda esta parte de América?

¿Recibe Asunción, por estos méritos, el respeto y la reverencia que le deben los que la habitan? ¿La recibe de sus autoridades?

Algunos dirán que todavía falta mucho para dicha celebración. Y sí… si vamos a limitarnos a manifestar nuestros estados de ánimo con el estrépito acostumbrado. Con bombas y bandas (las de música). En realidad, no concebimos ninguna celebración sin esos componentes. Aunque fuera el largo ¡¡piiipuu!!, después de algún brebaje a base de alcohol. Y unos disparos al aire… por las dudas.

Pero para celebrar, honrar la memoria, afirmar el compromiso, o de últimas, para CONMEMORAR; aquello que José Ortega y Gasset definía como el acto de “recordar solemne y públicamente”, deberíamos cumplir con algunas obligaciones. Porque podemos recordar simplemente, en solitario y en cualquier parte. Pero si lo que nos convoca es “solemne y público”, deberíamos adquirir cierta conciencia de lo que somos y hacerlo en un sitio dotado para la ocasión.

Realizado con un ceremonial lleno de significados, con la devoción que caracteriza a lo que está afirmado profundamente en el colectivo nacional.

Motivos por los cuales, debiéramos asumir con responsabilidad que el tiempo que falta, es poco para preparar una recordación digna. Dado el estado de cuasi calamidad en la que se ha sumergido nuestra capital en estos tiempos. Y porque tenemos mucho que hacer y preparar, considerando las habituales formas de improvisar a las que solemos recurrir.

Además de deshacer otro tanto consolidado en el tiempo que ha pasado.

La experiencia del Vy’a Guasu con la que pretendimos evocar el Bicentenario de la Independencia Nacional, fue un claro ejemplo de cómo asumimos –y desaprovechamos– estas oportunidades. Con un despliegue de recursos para fiestas y jaranas que cuando finalizados, no nos dejó sino el sabor amargo de todas las resacas.

Existen muchos datos históricos que apuntalan al protagonismo de Asunción en la vida y destino de la República del Paraguay.

Pero la que fuere y por todas las apariencias, su importancia se ha diluido y ha dejado de proyectar las luces que corresponden. Y es que cuando NO se percibe alguna actitud de respeto hacia la historia y sus símbolos; o, hacia quienes se prodigaron en sacrificios en defensa de la entidad nacional, eran de esperarse el abandono y la tugurización de nuestra matriz original y sus espacios históricos. Un conjunto de carencias que es consecuencia de cuánto ignoramos sobre nosotros mismos.

De lo que no se enseña o de lo que se enseña mal en las escuelas, propiciando el desconcierto de nuestros jóvenes en cuanto a lo que somos. Fenómeno que –en cascada– desciende hacia las distintas formas de nuestra convivencia, desdibujando nuestro sentido de pertenencia al mismo tiempo de admitir la alteración de valores, conciencias y sentimientos.

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