Quienes son demasiado jóvenes para recordar otras internas coloradas están espantados por la virulencia con la que se atacan los partidarios de uno y otro candidato en las redes sociales. Se preguntan angustiados cómo hará este sector tan importante de la sociedad para restañar heridas y perdonar tantos agravios una vez que terminen las elecciones.
Que la inocencia les valga.
Para quienes asistimos a los enfrentamientos de argañistas contra wasmo-rodriguistas y de oviedistas versus argañistas, estás escaramuzas verbales nos resultan como mucho molestas, cuando no sencillamente aburridas. Salvo algún breve cruce de palabras entre el ex presidente Nicanor Duarte Frutos y el ministro de Educación Enrique Riera, no hubo a la fecha debates dignos de recordar.
Ninguno de los candidatos despierta pasiones entre sus seguidores, lo que no necesariamente es malo. Convengamos en que las democracias maduras producen, por lo general, candidaturas previsibles con figuras de posturas conocidas que representan las posiciones tradicionales de sus partidos con alguna variación de matices. Por supuesto, siempre puede haber sorpresas, algunas muy desagradables como el señor Donald Trump.
El debate mediático paraguayo no es entre maristas y peñistas, es más bien entre cartistas y anticartistas, y eso que el presidente Horacio Cartes tampoco es un hombre que provoque emociones intensas, por más que la buena de Felipa nos quiera convencer de lo contrario.
La discusión se da entre quienes quieren convencernos de que el modelo Cartes es el más exitoso que haya visto nuestro engorroso proceso democrático, y quienes aseguran que es lo peor que nos pudo haber pasado. Por supuesto que ambos sectores cargan la tinta estropeando el elogio o la crítica genuina.
Como sea esto acabará el 17 de diciembre. La Navidad los encontrará tomados de la mano y entonando villancicos con miras a las generales. Cartes seguirá siendo Papá Noel, el gran financista, gane su candidato o no. Y su proyecto seguirá siendo el mismo; tras- ladar su poder del Ejecutivo al Congreso. Allí lo importante no será cuántos senadores y diputados meta Honor Colorado, sino cuántos legisladores logre comprar. Lograr una mayoría no le resultará tan complicado a juzgar por los especímenes que aparecen en las diferentes listas.
Es difícil imaginar hoy qué tipo de alianzas veremos en el 2018. Cuántos de estos odios virtuales que hoy envenenan las redes serán para finalizar el año desvergonzados escarceos amorosos, un flirteo abierto y desembozado con el único fin de subir de vuelta al barco colorado.
Así que no te aflijas, caro lector republicano, que este petardeo es solo coyuntural y no hace mella en el instinto de poder del viejo partido. El nuevo año los encontrará hermanados y con las imágenes de cartón ocultas en el ropero. Como decía un vecino de mi barrio en Luque, “puro petáculo”
