16 dic. 2025

Prometeo y los insaciables

Mario Rubén Álvarez

Mario Rubén Álvarez

En la mitología griega, el titán Prometeo, encadenado a una roca en la cordillera del Cáucaso, fue condenado por Zeus a que un águila le devorara el hígado sin piedad alguna.

Era el castigo divino al atrevido que robó el fuego del Olimpo para que los seres humanos dejaran de tiritar de frío y se acogieran a la calidez de una fogata.

Para que la sanción fuera ejemplar, cada noche, los tejidos del hígado se multiplicaban a velocidad de relato mitológico. Entonces, el águila repetía su festín una y otra vez.

En el mito, el águila come con fruición el hígado de Prometeo.

Entre nosotros, en la vida real, los políticos que solo piensan en la multiplicación de sus propios bienes —devenidos así en males para los ciudadanos—, comen no solo el hígado del país sino también su riñón, corazón, bazo, pulmón, cerebro, ojos y cuanto de engullible ofrezca a su ánimo masticador.

El país no progresa porque hay que alimentar a esas águilas que nunca se sacian. Cuanto más comen, más quieren comer. Nahyguãtãi araka’eve.

Haciendo alarde de esa insaciabilidad gastronómica, ahora los senadores están volviendo a la carga para que los partidos políticos reciban de nuevo dinero por cada presidente y vicepresidente, senador, diputado, intendente, concejal municipal, gobernador y concejal departamental electos. Retornan lo que parecía superado en una ley.

No les importa que 700.000 compatriotas atados a la condición de pobres extremos escarben la tierra para comer por 5.000 guaraníes diarios en las zonas rurales.

Tampoco que los niños den clases bajo los árboles, que las rutas y calles del país se parezcan a regiones bombardeadas, que los indígenas prostituyan a sus hijas por un mendrugo de pan, que la salud pública esté en camilla ni que haya campesinos condenados a delinquir plantando marihuana porque el precio de sus productos honestos —sésamo, mandioca, algodón, maíz— ya no alcanza ni para comprar un kilo de yerba por 12.000 guaraníes.

Ha’ekuéra plátante oipota. Toiko oikóva; tomano omanóva.

Si miraran un poco más allá de su angurria, como el águila de Prometeo, comerían solo el hígado de la patria y dejarían a salvo el resto de sus órganos. Sería suficiente.

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