Un tema sobresalió este año en la tradicional peregrinación juvenil hasta la Basílica de Caacupé: el reclamo por la escasez de empleo para los jóvenes. El hecho de que más de 20.000 jóvenes cuestionen los procedimientos de selección en los concursos públicos debería ser un llamado de atención para toda la clase política, en particular para los parlamentarios. Estos deben hacer un esfuerzo para entender el enojo y la frustración de la población al verlos repartir los recursos públicos entre sus familiares y correligionarios.
En un contundente manifiesto califican de indignante los privilegios. “Están ahí, en las jubilaciones vips, en los viajes vips, en los combustibles vips, en los seguros vips, en los salarios y los aumentos vips para algunos que ni siquiera trabajan, y mientras tanto se dan rodeos”, señalan.
Este fue el mensaje rotundo de la juventud, uno que la clase política debería escuchar, pues describe la gran desigualdad que vivimos: “La esperanza del país está en los jóvenes que se levantan a las cuatro de la mañana para llegar al trabajo a las siete, salir a las cinco, estudiar a las seis y dormir a las doce de la noche”.
Precisamente, hace apenas algunas horas, la Cámara de Diputados, en una sesión extra, aprobó el autoaumento salarial para los 125 parlamentarios, con lo cual recibirán un incremento en dieta y gastos de representación por G. 6.200.000. Los parlamentarios no hicieron caso de las voces de protesta y cuestionamientos de la ciudadanía que rechaza la repartija del dinero público, mientras los trabajadores que sostienen con sus impuestos la pesada carga de las instituciones del Estado no tienen acceso a salud, educación, servicios eficientes ni seguridad. Los parlamentarios pasaron a ganar G. 37.775.840, en un país en el que el trabajador recibe un salario mínimo de G. 2.798.309.
El Congreso es una institución fundamental para el sistema democrático, por ser precisamente una instancia de representación; sin embargo, los congresistas con estas decisiones no muestran gran apego al espíritu democrático, sobre todo cuando ignoran la opinión y el sentir ciudadano.
Al aprobar el presente Presupuesto, la Cámara de Senadores engrosó todavía más el presupuesto, con miras a la contratación de más parientes y operadores políticos. Recordemos la ampliación anunciada por el presidente del Congreso, Basilio Bachi Núñez, quien informó sobre la refacción del edificio para la habilitación de nuevas oficinas, con un costo de G. 3.600 millones.
De hecho que, con la aprobación del proyecto de Presupuesto General de la Nación, la versión Senado del PGN 2025, Basilio Núñez dispondrá para la Cámara Alta de un total de G. 30.368 millones (unos USD 4 millones) como fondo de recategorización salarial, que le permitirá aumentar el salario de funcionarios leales, y hacer más contrataciones.
Mientras, los jóvenes paraguayos que peregrinan a Caacupé le pedirán a la Virgen la oportunidad de tener un empleo digno, en Yacyretá crece la nómina de seccionaleros, hijos, primos y esposos de legisladores, ex legisladores y ex intendentes; y en Itaipú, bachilleres contratados por favores políticos o por influencias suman ingresos mensuales de G. 15 millones con la figura del comisionamiento.
Como expresan los obispos del Paraguay en su carta pastoral, la falta de integridad y transparencia, especialmente cuando se evidencia en la clase dirigente, afecta la moral colectiva y crea un ambiente de resignación y desesperanza frente a los cambios que son tan necesarios.
Es totalmente inaceptable que se siga viendo el Presupuesto del Estado como si fuera la caja chica de políticos, autoridades y funcionarios. Estos deben tener en claro que la ciudadanía clama encontrar compromiso y coherencia en su clase política; así como precisa ver que sus representantes tienen integridad, honestidad y decencia.