27 jul. 2024

PLRA, en clave Nakayama

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Miguel Narvaez

El pasado martes 28 de noviembre, el senador liberal Eduardo Nakayama sorprendió con un mensaje en la red social X (ex Twitter). “He tomado la decisión de renunciar al PLRA; salvo honrosas excepciones, la dirección partidaria y gran parte de sus legisladores se han entregado al cartismo, dejando de representar los valores e ideales del histórico e indestructible Partido Liberal”. De esta manera resumía su sorpresiva decisión que desató, como era de esperarse, un debate sobre la situación y el rol del partido en tiempos de democracia.

Lo de él es una renuncia personal, no un cisma, como sucedió en 1977, cuando un grupo de combativos dirigentes abandonaron el partido para no avalar la eternización en el poder del dictador Stroessner. Así nació el PLRA, tal como lo conocemos ahora.

En lo que sí coincide con aquella fecha histórica es en el diagnóstico: el sometimiento al poder omnímodo de turno, en una mezcla de deshonra y corrupción.

La crisis ética del PLRA data de hace tiempo. Siempre hubo grupos o individualidades que sostenían a los gobiernos colorados de turno a cambio de generosas canonjías, reparto de los negocios del Estado, impunidad de sus corruptos, o incorporación de liberales a la función pública. Este maridaje se agudizó con la llegada al poder del empresario Horacio Cartes en el 2013. Antes de su incursión directa a la política, el tabacalero fue un generoso aportante de campaña de líderes liberales, pero entonces era como cualquier empresario que ponía huevos en varias canastas. Cuando conquistó la presidencia en el 2013 formalizó el vínculo y así nació la bancada llano-cartista, una ligazón que mantuvo durante la llanura de su movimiento en el 2018/2023. Esta estrategia política continúa ahora que su delfín Santiago Peña está en el poder. Y eso que la ANR tiene mayoría propia en ambas cámaras, pero nunca está demás tener votos no colorados en la gatera. Antes era el llano-cartismo, hoy es el carto-amarillismo.

Cuando un internauta le reclamó a Nakayama su decisión y le planteó que hubiese sido más honroso quedarse a pelear desde adentro, el senador respondió: “Hace una década lo venimos haciendo desde adentro y hemos logrado algo, pero no es fácil luchar contra la plata; el PLRA ha perdido su norte de defensor de la democracia y la libertad. Trataré de recuperar al histórico Partido Liberal, pero desde otra posición”.

SIN RUMBO. Hace tiempo que el PLRA perdió su brújula. Su indisciplinada dirigencia convirtió al partido en una mala copia de la ANR. Dejó de conectar con la gente para convertirse en una patética imagen distorsionada de su adversario histórico. En menor medida, replicó los vicios de la prebenda, clientelismo, corrupción, peligrosos vínculos con el crimen organizado. Solo les interesa satisfacer a la tropa partidaria y a sectores económicos privilegiados. Un ministro aquí, otro juez allá, un fiscal, cargos para hijos, esposas, sobrinos, operadores políticos.

El ejemplo que dio Nakayama como la gota que colmó el vaso de su renuncia es casi un manifiesto de la quiebra moral del partido. Aludió a la incidentada jura de Alicia Pucheta como representante del Poder Ejecutivo ante el Consejo de la Magistratura. Su líder de bancada, Pakova Ledesma, fue uno de los votos clave para que el cartismo logre el quórum. Dijo que la actitud del sampedrano fue determinante para entender que ya nada se puede hacer en el PLRA. “Era mi último bastión”, acotó con resignación.

DESATINADOS. En los últimos 20 años, la vida institucional del PLRA estuvo marcada por las reyertas entre Blas Llano y Efraín Alegre. En la última década la disputa se centró justamente en la polarización cartismo/anticartismo. Ninguno pudo superar totalmente al otro, porque si bien Alegre manejaba el partido, Llano tenía poder sobre el Congreso. En ese juego de pesos y contrapesos, el liberalismo sobrevivía sin encontrar su camino. La crisis actual es también una crisis del vacío de poder. La ausencia de ambos líderes ha dejado huérfano al PLRA, que intenta recuperar su vida institucional con un débil Hugo Fleitas.

La quiebra económica pone al partido en una especie de subasta. Alfredo Jaeggli y sus “amigos ricachones” ofrecieron pagar la deuda, pero a cambio exigen el alma de la institución para extirpar su vertiente socialista.

El PLRA ya no trabaja en forma orgánica. Los parlamentarios, gobernadores, intendentes, juegan su partido en forma individual. Algunos, asumiendo sin sonrojarse que son asalariados del cartismo y otros según sus intereses coyunturales. Otra muestra fue la curiosa propuesta de reforma constitucional lanzada por Salyn Buzarquis, quien propone introducir el balotaje al sistema electoral paraguayo, sugestionado por la victoria de Javier Milei en Argentina. Sin el mínimo análisis de coyuntura que muestra el control absoluto del coloradismo de toda la estructura institucional del país. ¿Qué le hace pensar que la ANR no repetirá su arrolladora victoria electoral en una elección constituyente y que podrá modificar totalmente la Constitución, imponiendo la reelección (como quiere Cartes y se le frenó en el 2012) sin instaurar la segunda vuelta?

QUIEBRE OPOSITOR. Pero no solo el PLRA está metido en este oscuro laberinto. La oposición entera, excepto escasísimas individualidades, está quebrada. Nunca tantos personajes estrafalarios, mediocres y corruptos estuvieron en el mismo período parlamentario. Los nuevos que entraron tampoco fueron diferentes. El payismo fue engullido de un bocado por Cartes en menos de lo que canta un gallo.

¿Tendrá seguidores Nakayama en su intento por retornar a las raíces y refundar el Partido Liberal? ¿O quedará como una anecdótica protesta mientras el PLRA sigue en su desvarío sin entender que otros que interpretan mejor los dolores de una sociedad excluida ocuparán su lugar?

¿Puede ser este episodio el punto de partida de un movimiento más grande, que aúne los mismos sueños más allá de las fronteras partidarias?

Eso lo dirá el tiempo, la capacidad de acción y trabajo de quienes proclaman las mismas visiones. Aunque para ello, deberán primero dejar de lado tanto individualismo.

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