Por Pedro García Garozzo
Las entidades que perpetuaron en todos los calendarios el apelativo elegido, es cierto que son mayoría. De enero a diciembre, no hay mes que no tenga por lo menos una institución deportiva con el nombre de una fecha, generalmente la misma de su creación.
El hecho solo se da en Sudamérica, si bien no es generalizado. Resalta Ecuador como el otro país que identifica entidades con fechas del calendario.
También, aunque no resulte lógico, hay casos atípicos en los que la institución fundada en una determinada fecha, lleva por nombre otra fecha y no exactamente la de su creación. Basta citar como muestras dos “botones” nacionales, uno en el interior y otro en la capital.
El 12 de Junio de Coronel Oviedo nació un 5 de enero de 1936.
El club 29 de Setiembre, que primero descolló en el voleibol capitalino y después extendió su vigencia hasta hoy en el fútbol de salón, vio la luz un 28 de marzo de 1949.
El fútbol de tierra adentro ha aportado en la presente centuria a varios de los competidores de la máxima categoría profesional en este orden: el 12 de Octubre de Itauguá, el 2 de Mayo de Pedro Juan Caballero y el 3 de Febrero de Ciudad del Este.
Encontramos en los desordenados recovecos de la memoria algunos hechos anecdóticos que marcaron su huella, que se identifican con más facilidad como el caso de dos clubes del Ecuador (ciertamente, el país sudamericano que después del nuestro tiene más apego a los nombres de almanaque y los aplica por igual tanto a entidades y hasta estadios).
Uno de ellos es el Audaz Octubrino, fundado en 1948 en la región de Machala. La segunda palabra alude, corroborando lo señalado más arriba, al décimo mes del año. Si bien aquí no se da una fecha exacta, el club hace relación a un mes, pero su estadio lleva el nombre de 9 de Mayo.
En los años finales de la década de los setenta y comienzos de los ochenta, surgió también en Machala un magnate de la producción bananera, que invirtió millones para formar un club de efímera existencia, pero que llegó a la categoría profesional. Y le puso el nombre de su esposa, Carmen Mora.
La aventura futbolera fue tan mala, que apenas pudo mantener la máxima categoría por corto tiempo, perdiendo la mayoría de los partidos.
Se hicieron común entonces entre los hinchas, las alusiones de burla a las desgraciadas actuaciones de aquel elenco, que echaban por tierra el buen nombre y honor de la dama que originó su denominación.
Entonces, el potentado dueño de la entidad optó por cambiarle la denominación y lo rebautizó como Bonita Banana.
Ni con un apelativo ni con el otro pudo hacer historia más allá de la anecdótica situación que marcó su existencia, despareciendo después para siempre.