Por Susana Oviedo<br/><br/>soviedo@uhora.com.py<br/><br/>Era la noche del 6 de agosto de 1988. Acababa de concluir en la Catedral Metropolitana la misa de cierre de una nueva Procesión del Silencio. La gente comenzaba a retirarse pacíficamente, cuando la Policía arremetía a cachiporrazos contra todo civil que se le cruzara enfrente. Bastó que algunos sindicalistas entonaran Patria Querida y el popular estribillo “El pueblo, unido, jamás será vencido”. <br/><br/>En medio de las corridas y gritos, monseñor Ismael Rolón, arzobispo de Asunción, aún vestido con los ornamentos episcopales, dejaba el altar y cruzaba la calle para encarar nada menos que al comisario Carlos Schcreiber, jefe de Orden Público. “Fui a enrrostrarle la estúpida violencia”, se lee en su libro de memorias. <br/><br/>Así era monseñor Rolón: determinante, inclaudicable defensor de los derechos y fiel exponente de una Iglesia “no arrinconada en sus templos”.<br/><br/>Sus marcadas posturas en contra del régimen represor del general Alfredo Stroessner (1954–1989) comenzaron cuando lo nombraron en 1966 primer obispo de la diócesis de Caacupé, desde donde comenzó a dar señales de que no se doblegaría a un régimen que conculcaba los más mínimos derechos humanos. Que llenaba las comisarías de presos políticos, imponía censura a los medios de comunicación y perseguía a quienes osaban cuestionarle. <br/><br/>Entre sus primeras resoluciones en Caacupé, Rolón pasó a presidir la tradicional procesión del 8 de diciembre, algo que hasta entonces lo hacía Stroessner. También dispuso que la misa de la festividad de la Virgen, de masiva concurrencia, no dependiera de la llegada del presidente, como venía ocurriendo. <br/><br/> En 1970 fue promovido a arzobispo de Asunción. Ya entonces había sobresalido ampliamente por su desafiante coraje y arrojo para afrontar a las autoridades políticas, en más de una ocasión, lo que muy pronto lo convirtió en el más emblemático de los religiosos del país, aliado a quienes lucharon para el sistemático desgaste del régimen. <br/><br/>Dos días después de asumir como arzobispo de Asunción, por razones protocolares fue a presentar saludos al presidente Stroessner. “Nos auguramos respeto, colaboración y libertad de acción”, cuenta en su libro de memorias. <br/><br/>Igualmente, visitó a los ministros, entre ellos, al de Relaciones Exteriores Raúl Sapena Pastor, quien le expresó entonces: “Ni usted ni yo tendremos libertad de decir la verdad”. En su afán de defensa de los derechos humanos, también solicitó autorización al temible ministro del Interior Sabino Augusto Montanaro para visitar las comisarías, atestadas de presos políticos. Este solo se limitó a responderle que consultaría al respecto. <br/><br/>En febrero de 1971 protagonizó un hecho histórico y desafiante: generó una gran crispación política al renunciar a integrar el Consejo de Estado, instancia política de la cual, por Constitución Nacional, el arzobispo era miembro nato. Tomó tal determinación invocando razón de conciencia moral y en solidaridad, “particularmente con los más pobres, oprimidos y perseguidos”. El gesto le valió la acusación de perjurio por parte del Gobierno. <br/><br/>Ese año también impuso la excomunión al ministro Montanaro, por el apresamiento y tortura en Asunción del sacerdote uruguayo Uberfil Monzón.<br/><br/>VALIENTE. En 1978 se constituyó en el primer obispo que ingresó a la cárcel de Emboscada. Visitó a los presos políticos hacinados y sin proceso, por varios de los cuales abogó.<br/><br/>También fue él quien, con la Junta Arquidiocesana de Laicos, convocó el 30 de octubre de 1987 a una Procesión del Silencio, “en protesta por tanta violencia e injusticias”. Participaron 40 mil personas. El objetivo era animar a la gente a perder el miedo y a expresarse. <br/><br/>En agosto de 1988 se realizó la segunda Procesión del Silencio. Pero esta vez, al final del acto, la Policía arremetió contra los participantes. La tensión entre Gobierno e Iglesia crecía. Stroessner expulsó al cura jesuita José Antonio de la Vega. <br/><br/>En protesta de esto y en rechazo a las violaciones a los derechos humanos, el arzobispo suspendió el tradicional tedeum, bendición especial impartida cada 15 de agosto en la Catedral Metropolitana, con presencia del jefe de Estado.<br/><br/>Nueve meses después de la histórica visita en 1988 del papa Juan Pablo II a Paraguay, se produjo el golpe de Estado que derrocó a Stroessner. Reclamó hombres nuevos para el país, para reemplazar a los “hombres escombros”.<br/><br/>En julio de 1989 dejó el cargo de arzobispo de Asunción tras presentar renuncia ante el Vaticano al cumplir 75 años, edad límite para ejercer el episcopado.<br/><br/>Fiel a su vocación, a partir de esa fecha siguió educando y defendiendo los derechos humanos desde su hogar de retiro en el Aspirantado Salesiano de Ypacaraí, donde escribía semanalmente sus cartas pastorales tituladas Desde mi oasis.<br/><br/>VOCACIÓN JOVEN<br/><br/>Blas Ismael Rolón nació en Caazapá en 1914. <br/><br/>A los 13 años ingresó al Seminario Salesiano del Manga, en Montevideo. <br/><br/>Cursó la licenciatura en Filosofía, en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, y estudió teología en el Instituto Internacional Salesiano de Villada y Cabrera, en Córdoba (Argentina). <br/><br/>Fue ordenado sacerdote en 1941. Ejerció como administrador y luego como director del colegio Monseñor Lasagna, además de cura párroco de María Auxiliadora. <br/><br/>Después fue sucesivamente prelado y obispo de la diócesis de Caacupé entre 1960 y primera mitad de 1970, año en que fue promovido a la sede arquidiocesana el 16 de junio; ahí estuvo hasta 1989.<br/><br/>