06 sept. 2025

Mónica Macías, la niña que creció al amparo de dos históricos dictadores

Hija del temido dictador ecuatoguineano Francisco Macías Nguema y educada en Corea del Norte bajo la tutela personal del líder Kim Il-sung, Mónica Macías es la protagonista de una insólita vida marcada por las suertes opuestas de dos históricos megalómanos.

Mónica, que a sus 41 años vive entre Madrid y Londres y llegó a Corea del Norte con solo 6, confiada a su homólogo y amigo Kim Il-sung por el presidente Macías cuando se tambaleaban los cimientos de la primera dictadura de una Guinea Ecuatorial recién ind

Mónica, que a sus 41 años vive entre Madrid y Londres y llegó a Corea del Norte con solo 6, confiada a su homólogo y amigo Kim Il-sung por el presidente Macías cuando se tambaleaban los cimientos de la primera dictadura de una Guinea Ecuatorial recién ind

EFE

“Mis recuerdos empiezan cuando aterrizo en el aeropuerto de Pyongyang en 1978", relata a Efe en un perfecto castellano, mientras saca de su bolso un ejemplar del libro autobiográfico: “Soy Mónica de Pyongyang”, que estos días promociona en Seúl.

Mónica, que a sus 41 años vive entre Madrid y Londres, llegó a Corea del Norte con solo 6, confiada a su homólogo y amigo Kim Il-sung por el presidente Macías cuando se tambaleaban los cimientos de la primera dictadura de una Guinea Ecuatorial recién independizada de España.

“Kim Il-sung era como mi abuelo”, rememora, en referencia al fundador del régimen, considerado en Occidente un sanguinario dictador y para ella un anciano “majestuoso, carismático” que le repetía constantemente: “tienes que estudiar mucho y ser una buena persona”.

La sociedad norcoreana, prácticamente homogénea en raza y cultura, planteó algunas dificultades a aquella exótica niña mulata: “en la escuela me llamaban “cabra” por el pelo rizado, aunque después hice buenos amigos”.

Mientras en 1979 una sublevación en Guinea Ecuatorial culminaba con el fusilamiento de Macías Nguema, su hija se formaba en la Escuela Revolucionaria de Mangyondae, un colegio de élite para preparar a futuros oficiales “en el que incluso nos enseñaban a disparar”, apunta.

Más tarde, aprobado el bachillerato, Mónica pasó de la “férrea disciplina” de la escuela militar al sentimiento de “libertad total” de la universidad, “una época divertidísima”, revive, en la que “salía a jugar a los bolos o comer, beber y tocar la guitarra con amigos a la orilla del río Taedong” que divide en dos Pyongyang.

Era la época dorada de Corea del Norte, cuyo progreso económico superaba al de su vecino capitalista del Sur hasta los años 80; el “milagro comunista” que tras la caída de la URSS quedó relegado a un espejismo histórico.

“Tiene que haber algo más”, pensaba la pequeña de los tres hijos de Francisco Macías, inmersa entonces en la burbuja para unos feliz y trágica para otros en la que, todavía hoy, el régimen de los Kim aisla a sus ciudadanos de cualquier influencia del exterior.

“Un estudiante de intercambio sirio se sentó sobre un periódico, algo inconcebible porque llevaba la foto de Kim Il-sung; le regañé y él me respondió que yo no sabía nada porque había crecido aquí. Entonces pensé, tiene que haber algo más ahí fuera”, asegura.

A sus 18 años Mónica se echó la mochila al hombro e hizo un viaje a Pekín, donde nada más llegar tuvo un curioso encuentro con un desconocido.

“Como no hablo chino, pregunté una dirección en inglés a un blanco. Pero cuando me di cuenta de que era estadounidense, comenzaron a sudarme las manos, me puse a temblar y salí corriendo disparada. Pensé: los americanos son malos, asesinos”, recuerda.

En Corea del Norte, explica, “te enseñan las fotos de las atrocidades cometidas por los estadounidenses” en la Guerra de Corea (1950-53), que dejó en el lado comunista más de dos millones de soldados y civiles muertos.

Tras aquella primera incursión en el extranjero decidió, después de finalizar su carrera de diseño de moda en Pyongyang en 1994, emprender una nueva vida en España para “conocerme a mí misma y mis orígenes”, confiesa Mónica, cuya familia materna tiene raíces vascas.

“Mis amigos de la universidad me preguntaban, ¿porqué vas allí? Es el país más pobre de Europa”, evoca entre risas, y aclara que “las abuelas de pueblo con pañoleta negra y bastón eran la única imagen de España que enseñaban en Corea del Norte”.

La vida en España no fue de color de rosa y la hija menor del primer presidente de Guinea Ecuatorial se ganó la vida durante años limpiando casas, cuidando niños o como dependienta en unos grandes almacenes, primero en Zaragoza y después en Madrid.

“Soy Mónica de Pyongyang”, el libro autobiográfico que a partir del diario personal de la protagonista recorre la intrincada senda de su vida, solo está disponible de momento en coreano, a la espera de que próximamente se traduzca al español.

Atahualpa Amerise

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