12 oct. 2024

Milei en Paraguay

En el marco de su tan exitosa como cínica campaña electoral (en defensa de la vida, la familia y la soberanía guaraní), el partido que lleva tres cuartos de siglo en el poder trazó un supuesto paralelismo entre el escenario ideológico paraguayo y el argentino, colocando a sus miembros en la vereda del actual presidente Javier Milei y a la variopinta oposición paraguaya en el terreno del peronista y sus mil caras. De pronto, la ANR, rebautizada como socialista bajo la administración de Nicanor Duarte Frutos, pasó a ser –según este nuevo relato– un movimiento cuasi libertario y los liberales criollos (inclasificables también) y los patriaqueridistas (ellos si, asumidos cómodamente como de la derecha) émulos de la nueva izquierda latinoamericana.
Lo notable es que el batiburrillo discursivo les funciona. Hay afiliados republicanos que realmente creen que el nuevo mandatario argentino es lo más parecido a un gobernante colorado; o peor, que el modelo colorado paraguayo es el que propugna Javier Milei. Obviamente, ninguno de ellos le ha prestado demasiada atención a lo que el economista libertario pretende hacer en los próximos años.

Con su nueva Ley Bases, Milei espera dejar en suspendo a todos los contratados del Estado que no tengan una función necesaria para los contribuyentes y desprenderse totalmente de ellos si en los meses siguientes no les encuentra una (y sabe que no lo hará). Su intención, en definitiva, es desprenderse de entre 70 mil y 100 mil “beneficiarios” de la nómina pública. El hombre está decidido, además, a cumplir con su promesa de aplicar la motosierra al obeso ogro filantrópico del Estado, y ahora tiene la potestad de transformar, achicar o eliminar cientos de dependencias estatales.

Pretende también vender una larga lista de empresas del Estado que solo acumulan pérdidas. De hecho, quería meter a todas en la bolsa de remates, pero tuvo que negociar excepciones para conseguir su ley en el Congreso.

El libertario Milei consiguió incluso atribuciones para realizar cambios paramétricos en el sistema previsional, la causa principal del monstruoso déficit fiscal argentino que se come el valor de su moneda y convierte a los argentinos en víctimas de una hiperinflación endémica. Puede que a partir de los cambios los trabajadores y empleadores deban aportar más, o por más tiempo, o que las jubilaciones sean menores o que se recorten todas aquellas consideradas de privilegio.

Imaginemos ahora al presidente Santiago Peña o a cualquier líder político colorado proclamando la descontratación inmediata de todos los funcionarios innecesarios, de los que ingresaron sin concurso o de los que tienen un salario que no guarda relación con la importancia de su función. Imaginen escuchar hurras en una seccional ante el anuncio de la rescisión de todos los parientes, amigos y correligionarios que entraron al Estado por la ventana.

Supongan una conferencia de prensa en la Junta de Gobierno para comunicar el cierre de las oficinas parasitarias del presupuesto público, de esas que solo existen para dar cabida a los correligionarios que exigen un rubro, visualicen una convención para aprobar la venta de empresas publicas infestadas de operadores políticos, como la telefónica estatal, la cementera o la empresa del estado que destila y vende caña.

¿Pueden ver a un presidente Milei subido en andas por legiones de republicanos, luego de desarticular el sistema de prebendas, de reducir a polvo la gigantesca maquinaria del clientelismo político, de arrancar de raíz el modelo que les ha permitido mantenerse en el poder por mas de 70 años?

Yo no. Definitivamente, Milei no es la versión argentina de Peña ni de ningún líder o mandatario colorado, es su contracara. Si hubiera un Milei en Paraguay no sería colorado, sería casi con seguridad un paciente medicado, con prisión domiciliaria o estaría proscrito.

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