En primer lugar es necesario impulsar los sectores que permitirán un efecto multiplicador importante en los ingresos de los grupos poblacionales más vulnerables y de menores ingresos.
La producción de alimentos en la agricultura familiar es, en este sentido, fundamental apoyar teniendo en cuenta que permitirá generar ingresos para alrededor de un tercio de la población, ofertar alimentos sanos y a precios que no generen impacto inflacionario y reducción de la capacidad adquisitiva de la clase trabajadora o en situación de pobreza. Esta rama también es importante para dinamizar las cadenas productivas alimenticias, muchas de las cuales generan empleos directos e indirectos.
Las micro, pequeñas y medianas empresas deben ser apoyadas porque generan una parte muy importante del empleo. Las medidas deben encauzarse hacia una mayor productividad de las mismas, el acceso a los mercados y la formalización del empleo.
En segundo lugar, a través de las compras públicas el sector público debe impulsar la industrialización nacional de bienes esenciales como son en este momento insumos básicos para salud y la incorporación de las mipymes como oferentes del Estado.
La agricultura familiar y las mipymes generan alrededor de más del 70% de los empleos en el país; por lo tanto, tienen un importante peso en la generación de ingresos familiares, lo que las ubica como sectores estratégicos para la calidad de vida de la gran mayoría de los paraguayos.
La industrialización es fundamental para avanzar en el desarrollo. No podemos seguir dependiendo del consumo de bienes primarios de otros países o del clima. La volatilidad del producto y el bajo valor agregado no contribuyen a un crecimiento inclusivo ni a la diversificación económica.
No habrá recuperación si solo aumenta el producto interno bruto sin que la población se beneficie. De hecho, si eso pasa no habrá un día después. Estaremos frente a la misma situación anterior y no habremos aprendido nada.
La experiencia del coronavirus nos encontró con un país desbordado en trabajo informal y sin posibilidad de una cuarentena “inteligente”, porque la mayor parte de la población, si hace cuarentena, no come ni paga sus gastos básicos.
La situación se agrava si consideramos una economía dependiente de otros países, incluyendo la provisión de insumos básicos que el país podría haber producido sin mayores problemas, a menor costo y en menos tiempo, si hubiera habido una política industrial coherente con las necesidades nacionales y un modelo de desarrollo moderno.
La pandemia nos mostró el real nivel de desarrollo de nuestro país. La idea del “milagro económico” se terminó de destruir con las enseñanzas que nos deja el coronavirus.
El Gobierno debe plantear un plan de reactivación que incorpore cambios sustanciales a la política económica tradicional.