Por Mario Rubén Álvarez - alva@uhora.com.py
En la cultura popular, pocos son los que hoy pueden llevar con propiedad y justicia los apelativos de Karai, Karaiete, Karai Guasu. Las variantes indican grados de perfección de aquellas personas que basan su autoridad en la palabra respaldada por los hechos.
Una peculiaridad del Karai -por quedarnos con uno de los nombres- es que él no se da esa calificación a sí mismo. Le dan los demás, porque en el transcurso de su vida lo han visto como digno de llevarlo. Es un honor que confiere el entorno, sin intervención alguna de quien es objeto del reconocimiento social.
Esa palabra -y el contenido que conlleva- tiene raíces muy lejanas en el ñande reko, nuestro modo de ser paraguayo.
Antes de la llegada de los españoles a estas orillas, el Karai era el líder religioso, una autoridad prestigiosa de la comunidad. Era, sobre todo, el conocedor de lo divino y lo humano, el chamán depositario del mba’ekuaa (conocimiento, arandu) de los Guaraní. Mostraba el camino al Yvy Marane’ÿ , la Tierra sin Males.
Después del arribo de los que venían armados de espadas y cruces, la palabra karai pasó a significar español, cristiano. Los recién llegados tenían el poder de la fuerza, pero no el del espíritu, como los que originariamente eran llamados con ese término.
A tanto llegó el despojo de la verdadera significación del vocablo, que muy pronto ser bautizado se decía oñemongarai, es hecho karai, señor, cristiano. En la práctica, sin embargo, seguían siendo indígenas humillados.
A pesar de esa expoliación lingüística, la gente común conservó en su memoria colectiva la esencia del significado de aquella palabra, que durante quién sabe cuántos siglos solo tuvo un sentido para sus antepasados.
Es por eso que una de las acepciones de karai sigue siendo destinada a una forma de conducta en la sociedad.
Karai son aquellos que merecen respeto por su sabiduría, honestidad y ecuanimidad. No le rinden culto a la mentira, al pokarê, al tovamokôi, al acomodo fácil y a las trampas que con tanta facilidad engañan al prójimo.
Karai son aquellos que no firman un pagaré, pero hon- ran puntualmente su compromiso de pagar una deuda. Prometen y cumplen, porque consideran que la palabra empeñada es sagrada.
Karai son aquellos que tienden las manos a su semejante sin pensar en lo que le pueda sacar mañana. Ser solidario es una obligación que llevan en la sangre.
Karai son aquellos que no roban, que no usan bienes ajenos en su provecho, que no mienten y jamás van a cobrar un sueldo que no hayan ganado trabajando.
Karai son aquellos que sí merecen el título de Honorables.