–Hiciste un mapeo legislativo sobre la violencia política en América Latina. ¿Cuál es tu evaluación de lo que encontraste?
–Afortunadamente, en la región, en América Latina y el Caribe, hemos encontrado en los últimos años grandes avances y hoy tenemos 14 países con legislación sobre violencia política de género.
Tenemos leyes específicas, leyes que incorporan la violencia contra las mujeres en política, en las leyes integrales de violencia de género, y otros países la incorporan en leyes electorales y también de organizaciones políticas.
El país pionero en legislar al respecto a nivel mundial fue Bolivia, luego del asesinato de la concejala Juana Quispe, después de diez años de tratamiento del proyecto de ley.
El hecho de que un país haya adoptado una legislación que incorpora la violencia política de género en una Ley Integral de Violencia de Género no quita que pueda avanzar hacia una ley específica.
Más allá de que sabemos que en algunos casos cuesta legislar, ya existen compromisos internacionales como la Convención de Belem do Pará y la Convención sobre la Eliminación de Discriminación contra la Mujer (Cedaw) y normas nacionales aplicables a la participación política de mujeres: Igualdad y derecho a vivir una vida libre de violencia que permitirían desarrollar protocolos de acción interinstitucional.
Los Estados tienen la obligación de actuar contra la violencia política de género, que es un problema que afecta la calidad de las democracias. No es solo de mujeres, es un problema de derechos humanos.
Sería favorable poder tener instancias para construir voluntad política en instancias de desnaturalización y visibilización, porque sabemos que a lo largo de la historia las mujeres fueron violentadas y discriminadas. Es un problema histórico.
–Y en el caso de Paraguay, ¿cómo ve la legislación sobre violencia política?
–La legislación de Paraguay tiene muchas deficiencias, vacíos. Es un gran avance tener una conceptualización de la violencia política de género en la ley general de violencia, pero sabemos que no tiene manifestaciones. No hay una nómina de conductas: acciones u omisiones, que nos digan qué es la violencia contra las mujeres en política.
Tampoco se especifica adónde debe ir la víctima a denunciar, ni tampoco hay un andamiaje institucional de acción, orientado a sancionar.
Falta una ruta de abordaje institucional. Una posibilidad, hasta tanto se legisle una ley específica, es elaborar un protocolo de acción interinstitucional donde tengamos competencias claras de acción, para que estos casos no queden en la impunidad, porque la impunidad tiende a reproducir estas prácticas. Lamentablemente, hemos tenido situaciones de mujeres políticas asesinadas en la región.
–¿Cómo se da esa violencia política?
–Como es una expresión de violencia de género, está motivada por el solo hecho de ser mujer. Sabemos que la política a lo largo de la historia se ha construido como un espacio de dominación masculina, entonces, para eso se vale de tipos de violencia ya legalmente reconocidos como la violencia física, sexual, económica, sicológica. Ha cobrado especial relevancia la violencia en línea.
Tenemos formas de violencia política de género que se dan en el día a día del quehacer político, como la discriminación, la burla, la descalificación en los debates legislativos, muchas veces se les apaga el micrófono, se les da información falsa.
Durante los procesos electorales, tienden a incrementarse esos tipos de prácticas y además se suman aquellas específicas de esta instancia que sabemos que está en juego el poder político, la distribución del poder político.
Estas prácticas nos demuestran que, más allá de los avances formales que existen para promover la participación política de las mujeres, persiste una resistencia porque es un problema estructural asociado al sistema patriarcal. Muchas veces, los hombres –y también algunas mujeres– tienden a rechazar esa inclusión de mujeres en la vida pública o política, porque existen ciertos estereotipos de género que todavía están vigentes.
También cuando hay una cuota o hay paridad, eso quiere decir que es en desmedro de un lugar para un varón; entonces, con la cuota de género en vez de que haya más varones en la lista, hay lugares específicos para las mujeres.
Las cuotas y la paridad son necesarias para avanzar hacia una democracia paritaria.
–Existen las consecuencias a nivel físico y mental…
–Sí, claro, sicológico. Además, trae muchas dificultades a nivel familiar. Sabemos que la forma de hacer política masculinizada tiene horarios donde no suelen ser compatibles con la vida personal de las mujeres con la familia y es muy importante generar mecanismos de acompañamiento sicológico.
Al igual que otra forma de violencia de género, el denunciar y todo el proceso, eso tiene un desgaste emocional y sicológico muy importante, no solo para la víctima, sino para su entorno más cercano.
–Aparte de leyes, ¿qué más se podría hacer para eliminar la violencia política?
–Además de legislar, una de las experiencias que se pueden replicar es la experiencia de México, que antes de legislar presentó más de 35 proyectos de ley. Hizo un protocolo interinstitucional impulsado por el Tribunal Electoral junto a otras instituciones, donde se dieron abordaje institucional para atender y sancionar la violencia política de género.
Asimismo se están dando protocolos en el ámbito de las asambleas nacionales y también en los consejos deliberantes y en los partidos políticos, y es muy importante generar instancias de sensibilización al interior de estas instituciones porque muchas mujeres no logran identificar todavía qué es la violencia contra las mujeres en política.
–En Paraguay hiciste capacitaciones también para crear conciencia…
–Esta instancia es muy relevante, que podamos hablar de qué es la violencia contra las mujeres en política, porque es un concepto que todavía no está del todo claro. No se logra identificar y es importante que lo delimite porque no todo es violencia política de género.
Se están generando observatorios para identificar la violencia política de género, tanto en el ámbito gubernamental, no gubernamental y de carácter mixto. Tenemos acciones posibles a realizar por delante.