08 ago. 2025

Las formas de querer...

Al borde

Esta semana la gente piensa en el amor y, por supuesto, no estoy diciendo una primicia, algo que merezca un titular en los diarios. Más bien reflexiono en la precariedad de los sentimientos de gente que cambia de parecer de un día a otro, de un amor a otro. Se ha visto a montones, lo que parecía ser una gran historia de amor se convierte, así de repente, en una historia para olvidar. Y si hay algo que siempre me ha llamado la atención son las parejas que se divorcian y después son incapaces de entablar un diálogo sereno o ser... simplemente amigos. Sé que del amor al odio hay un solo paso y esa sabiduría popular parece ser que se repite invariablemente en la conducta humana.

El amor se convierte en eso inestable que nos conduce a seguir la balanza de los caprichos y, tal vez, el verdadero sentimiento conlleve el tener un poco de responsabilidad por lo que puede devenir de esa condición y ¿por qué no?, bendición que alguien nos quiera. Hay que ser honestos con nuestros sentimientos y para eso están los filósofos que nos han ilustrado sobre la condición de estar enamorados y para qué sirve el amor. No hablo de las palabras fáciles que nos brotan cuando encontramos el norte de nuestro corazón, ni de lo amable que nos ponemos con una persona en especial porque simplemente nos gusta o ambicionamos tener una intimidad con ella. Hablo de la sinceridad que muchas veces no entra en el reparto de la telenovela que nos armamos para vivir ‘un gran amor’.

La opinión puramente femenina de la escritora Françoise Sagan es inquietante cuando dice -o escribe- que amar no es simplemente querer, es sobre todo comprender. Por lo tanto, se entiende lo que señaló San Agustín sobre esa aureola especial que nos envuelve cuando estamos enamorados, aunque sea de la vida, dijo: “Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor, si perdonas, perdonarás con amor”.

No hay duda y no cuesta pensar, que en el amor uno encuentra la felicidad porque es capaz de darla, porque uno de los conceptos más puros del sentimiento es hacer feliz a alguien. Podemos salirnos del libreto, amar de una manera distinta, con un sello personal único que estaría bueno. Porque si hay un castigo en la vida es perder la capacidad de amar, o no tener sentimientos que nos mantengan en sintonía con el mundo.

Y usted se preguntará adónde quiero llegar con estas reflexiones. Puedo decir que no vengo a dictar cátedra de cómo se debe amar, sino que hay que amar, como decía Teresa de Calcuta, “aunque duela”. Y ahora, supongo que tiene una idea sobre qué hacer mañana, día de rosas rojas o rosas, de palabras dulces, de cenas con música romántica de alguien que canta: “Te amaré por siempre...”, aunque tengamos la seria sospecha de que nada es para siempre.