27 abr. 2024

Las dos caras de la Argentina

Luis Bareiro – @Luisbareiro

La Argentina en la que hoy elige presidente se ha convertido en un escenario más que interesante donde observar qué ha pasado con los cientos de miles de paraguayos que migraron a ese país a lo largo de los años, y con su descendencia. Es particularmente útil revisar cómo ha impactado en su condición actual dos tipos de estímulos que los gobiernos argentinos han sabido generar con mejores resultados que la mayoría de sus pares latinoamericanos; oportunidades y prebendas políticas.

La mayoría de los migrantes paraguayos fueron a la Argentina buscando oportunidades. Y las encontraron. Encontraron trabajo, educación de calidad para sus hijos y cobertura de salud. Aún con el notable deterioro que ha sufrido ese país en la última década como consecuencia de sus repetidas crisis económicas, sus terribles espirales inflacionarias y su espantoso manejo monetario, los servicios públicos distan años luz de lo que cualquier ciudadano de a pie puede recibir en el Paraguay.

Esto explica por qué, pese a que los precios se disparan, las huelgas se convierten en rutina y el poder de la moneda se desploma ni siquiera se plantean retornar a nuestro país. Quienes hablan allá de que en realidad es el Paraguay la tierra de las oportunidades, y se deshacen en elogios sobre la solidez del guaraní y la baja presión tributaria son empresarios y miembros de la clase media alta que, como en todas partes, preferirían pagar menos impuestos y soportar una carga social mucho más baja.

De hecho, algunos de esos argentinos (la mayoría no se mueve de su país) se instalan en Paraguay enamorados de un país de bajo costo. Y es que para ellos efectivamente esto es un paraíso. Claro, la contracara de ese bajo costo es la que deben enfrentar quienes forman parte de alrededor del 85 o el 90 por ciento de la población paraguaya, que gana entre menos del salario mínimo y hasta cinco o seis millones de guaraníes y que, a diferencia de los migrantes en Argentina, hoy tienen muy pocas oportunidades o ninguna.

En Paraguay, la historia del compatriota que nació en la más absoluta pobreza y que gracias exclusivamente a su esfuerzo alcanzó el éxito económico y profesional es una fábula edulcorada que solo sirve para pretextar que el Estado no es necesario. Si hay casos así son absolutamente excepcionales, salvo, por supuesto, por la legión de políticos y funcionarios corruptos, narcos y empresarios colgados de licitaciones amañadas.

Ningún país abandonó el subdesarrollo sin haber generado antes el capital más importante para cualquier economía, el capital humano. Y en ese campo no existe un solo caso de éxito en el mundo que no haya pasado por una transformación de sus sistemas de educación pública y de cobertura de la salud. Los paraguayos y paraguayas que tuvieron acceso a esos servicios en la Argentina, en su gran mayoría progresaron. Las oportunidades le cambiaron la vida.

Hay otro grupo de compatriotas, sin embargo, que recibió otro tipo de estímulos. Son aquellos que accedieron a un largo listado de subsidios creados por la clase política argentina para construir clientela partidaria. Son las prebendas, aportes que no suponen un cambio definitivo en la vida de nadie, que reportan apenas lo necesario para sobrevivir… y votar a favor de su presunto beneficiario, un administrador de turno que de seguro se queda con la mayor parte.

Esos migrantes si pueden volver al Paraguay porque también aquí encontrarán prebendas. En ese campo, nuestra clase política en general y la republicana en particular han sabido replicar exitosamente el modelo argentino. Incluso en muchos aspectos lo han perfeccionado. Tres cuartos de siglo del mismo partido en el poder son la mejor prueba de ello.

Los paraguayos que viven en Argentina son un buen ejemplo de lo que podemos ser. Una población a la que le garantizan oportunidades para estudiar y trabajar y formar parte activa de la economía y la sociedad, o una clientela política sobreviviendo de las migajas que caen de la mesa de políticos, burócratas y empresarios corruptos dándose un festín con nuestros impuestos.

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