28 may. 2024

La tormenta no termina

Iniciamos el año con la expectativa de que la pandemia ya estaba siendo superada y los riesgos de la economía disminuirían. De hecho, el primer mundo está enfocado en recuperar el tiempo perdido, y en los EEUU –como ejemplo– prácticamente ya no se usan tapabocas. Pero la realidad paraguaya está lejos de esas economías. Nuestros factores de incerteza responden a otra lógica. Para nosotros los riesgos no disminuyeron, al contrario, aumentaron para peor. Será un 2022 muy duro, tal vez más que el 2021. Hay varias situaciones objetivas y emocionales que ya nos están afectando.

Gran parte de la cosecha de soja se perdió. Algunos grandes productores estiman perdidas del 70%, y los demás 30% están tan dañados que ya serían poco rentables cosecharlos. La estima es que entre lo que perdió Paraguay, Argentina y Mato Grosso do Sul, suma 40,000 millones de toneladas, que representa USD 24 mil millones de dólares. Para dar una proporción, China consume 32 mil millones de toneladas. ¡O sea, el faltante es mayor que una China! Paraguay dejará de recibir fondos genuinos de USD 2,500 millones de las exportaciones no realizadas. Los números pueden variar, pero lo seguro es que el impacto será fuerte en toda nuestra economía. Adicionalmente, por efecto de la guerra entre Rusia-Ucrania, los fertilizantes aumentaron 150%. Entonces, el productor que ya no pudo amortizar su crédito en este 2022 tendrá que refinanciar y además prestar mucho más de lo que estimaba para pagar los fertilizantes. Mientras los costos de producción de los commodities se dispararon, la producción futura en gran parte ya estaba prevendida a precios antiguos. Varios van a perder muchísimo dinero y el dólar solo tenderá a subir.

La inflación mundial se ha disparado por una suma de factores. Los trabajadores de bajos salarios se acostumbraron a no trabajar y vivir de los subsidios gubernamentales del Covid, consecuentemente las empresas están intentando recontratar, pero la oferta de trabajadores está muy por debajo de la demanda. La cadena global de producción de tantos bienes se rompió durante la pandemia. Y retomar llevará como 2 años e implica un alto costo que nadie se había imaginado antes. Todos han sido sorprendidos por costos no previstos, ineficiencia, interrupciones constantes en sus procesos productivos. Muchos también quieren aprovechar y recuperar las pérdidas lo más rápido posible, aumentando sus márgenes desproporcionalmente sin justificación. La falta de producto, incertidumbre en la producción, y alta especulación, son condimentos que se potencian haciendo que el mercado se comporte ilógicamente, con impulsos oportunistas, centrado solamente en el corto plazo. Por ejemplo, frente a una recesión anunciada anticipadamente, el BCP está elevando las tasas como si la inflación (en un país donde el mundo le impone los precios a Paraguay) se pueda contener encareciendo el precio del dinero. Lo que causará un efecto aún más duro, pues la gran mayoría sale del Covid muy endeudado y con refinanciaciones en puerta.

Muchas empresas están frenando más que acelerando, remarcando precios en búsqueda de margen en lugar de volumen. Estamos yendo para atrás de la curva de la eficiencia, donde todo es más caro y escaso porque sí nomás. Recuerda el “dilema del prisionero” donde las partes pueden no cooperar incluso si ello va en contra del interés colectivo.

La economía es una profecía autocumplida, donde la suma de percepciones y emociones consolida el comportamiento colectivo. El miedo que nos invadió durante tanto tiempo en el periodo del Covid, fue sustituido por un sentimiento equivalente que es la duda, porque ambos causan una parálisis de las decisiones. El ser humano es propenso a mantenerse en el mismo “estado de ánimo”, solo alternando emociones que producen el mismo efecto.

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