02 jun. 2024

La esperanza de la vida

Hoy meditamos el Evangelio según San Lucas 12, 13-21. Se acercó uno al Señor, para pedirle que interviniera en un asunto de herencias. Por las palabras de Jesús, parece que este hombre estaba más preocupado por aquel problema de bienes materiales que atento a la predicación del Maestro. La cuestión planteada ante el Mesías que les habla del Reino de Dios da la impresión de ser al menos inoportuna.

Jesús le responderá: Hombre, ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros? A continuación, aprovecha la ocasión para advertir a todos: Estad alerta y guardaos de toda avaricia porque aunque alguien tenga abundancia de bienes, su vida no depende de aquello que posee. El papa Francisco a propósito del Evangelio de hoy, dijo: “En la liturgia resuena la palabra provocadora de Eclesiastés: ‘vanidad de vanidades... todo es vanidad’. Los jóvenes son particularmente sensibles al vacío de significado y de los valores que a menudo les rodean. Y lamentablemente pagan las consecuencias. Sin embargo, el encuentro con Jesús vivo, en su gran familia que es la iglesia, llena el corazón de alegría, porque lo llevan de verdadera vida, de un bien profundo, que no pasa y no se marchita: lo hemos visto sobre los rostros de los jóvenes en Río”.

“Pero esta experiencia debe afrontar la vanidad cotidiana, el veneno del vacío que se insinúa en nuestras sociedades basadas en el beneficio y en el haber, que engañan a los jóvenes con el consumismo. El Evangelio de nos llama la atención precisamente sobre lo absurdo de basar la propia felicidad en el haber. El rico se dice a sí mismo: ‘Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida’. Pero Dios le dijo: ‘Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?’”.

“Queridos hermanos y hermanas, la verdadera riqueza es el amor de Dios, compartido con los hermanos. Ese amor que viene de Dios y hace que lo compartamos y nos ayudamos entre nosotros. Quien experimenta esto no teme a la muerte, y recibe la paz del corazón”.

(Del libro Hablar con Dios y http://es.catholic.net/op/articulos/9132/cat/331/cuidado-con-la-avaricia.html)

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