El lema (usado por el Partido Nacional Fascista de Mussolini en el siglo pasado) ha sido profundamente efectivo –y lo sigue siendo– más allá que, sus portavoces políticos, no acompañen con su conducta personal aquello que tanto proclaman. Eso es lo de menos, en una sociedad confundida, acelerada y, siguiendo al filósofo surcoreano Byung-Chul Han, una sociedad que está agotada, autoexplotada y reducida en sus capacidades para una auténtica participación.
Esta sociedad no tiene tiempo ni espacio para pensar de manera crítica la vida política. Las cosas suceden, los procesos políticos se desarrollan y todo en un contexto de “simulación democrática” donde los procesos electorales se desarrollan mecánicamente, y los líderes políticos son electos con porcentajes de votos cada vez más reducidos.
El pensamiento de Zygmunt Bauman, sociólogo y filósofo polaco-británico, si bien es anterior (inicios del 2000) a Byung Chul Han, puede ser leído como complemento a lo que plantea el filósofo surcoreano. Bauman acuño la idea de modernidad líquida para describir una sociedad caracterizada por la fluidez y la falta de estructuras sólidas y duraderas. Argumentó que, en la sociedad contemporánea, las normas, las instituciones y las relaciones son más efímeras y cambiantes.
Por tanto, estos 2 elementos descriptos, característicos de nuestra sociedad política contemporánea, el agotamiento y explotación de los ciudadanos y la falta de identidades, estructuras sólidas y permanentes, sumados a un individualismo extremo (descrito muy bien por el francés Houellebecq, entre otros) configuran un contexto que hace en extremo difícil la realización del proyecto colectivo y de bien común que promete la democracia, favoreciendo la polarización y la crispación social.
De ese caldo de cultivo se aprovechan grupos fundamentalistas que, en el Paraguay de hoy, asociados a actores gubernamentales, definen materiales de lectura en la educación pública, conminan al presidente y ministros a rezar a sus centros de adoración, y finalmente, ponen en tensión la idea misma de dignidad humana, del pluralismo como rasgo esencial de la democracia y la igualdad. El plan parece claro, superar la idea constitucional del Estado aconfesional.
(*) Abogado , docente e investigador