Desde el año pasado se sabía de la probabilidad de una epidemia de dengue que, pese a que ya es endémico en el país, presenta una intensidad y víctimas fatales que podían haber sido evitados.
Hoy en cambio, debido a la incompetencia de los funcionarios de Salud, el dengue se ha extendido por todo el país con un tendal de enfermos, padecimientos y graves pérdidas. Los paraguayos son víctimas hoy de una pésima gestión de la salud pública.
Otro tema sensible para todos los paraguayos sin distinción alguna es el que se refiere a los servicios básicos: luz y agua. La gente está muy molesta y no sabe más a dónde acudir para reportar los permanentes cortes de luz y agua. Porque mientras los usuarios de estas dos empresas soportan el calor del verano en medio de cortes de agua y energía eléctrica durante horas, el Gobierno destinará 76% de la recaudación tributaria para pagar los salarios de la administración pública; así como también para pagar a algunos funcionarios públicos plus por vacaciones y por presentismo. Quienes sostienen la pesada carga que supone la estructura estatal con sus impuestos necesitan que sus funcionarios tengan una buena gestión y administren mejor los recursos.
En cuanto a la administración deficiente de recursos y procesos, qué ejemplo más clarificador que el frustrado Metrobús. Esta malograda obra pública no solo supuso el malgasto de millones de dólares, sino que además produjo numerosos perjuicios a los frentistas. Es la imagen de un Estado incapaz de iniciar y concluir obras importantes para la población, sin mencionar el hecho de que han endeudado a las futuras generaciones para encarar obras que después quedan sin concluir.
A la sociedad paraguaya le preocupa además la endémica corrupción que ha filtrado prácticamente en todos los estamentos. La lucha contra ella es una de las tareas más difíciles; como muestra podemos mencionar el muy actual megaoperativo anticontrabando, que decomisó 40 millones de cajetillas de cigarrillos, y que podría quedar impune, pues llamativamente los camiones fueron encontrados sin chofer, las lanchas sin tripulantes y los depósitos sin encargados.
Finalmente, la repulsiva actitud del ministro de Educación, al responder sobre unos materiales que contenían errores. La soberbia, arrogancia y el cinismo no pueden nunca ser una respuesta válida y solo sirven para azuzar los ánimos de una ciudadanía que ya está harta.
El peligro que acecha es que, como consecuencia de tantas acciones desatinadas y tantos hechos irrespetuosos contra la ciudadanía, se permita la aparición de populistas que quieran convencernos de que el problema es la democracia; cuando que en realidad los males que nos afligen no son producto de la democracia, sino de la corrupción. La clase política paraguaya debe dejar de debilitar el sistema democrático.