El abrazo republicano continúa dándose en la residencia del ex presidente Horacio Cartes. Esta vez “el perdón” le tocó al diputado Miguel Cuevas, imputado por enriquecimiento ilícito, tráfico de influencias y declaración falsa. Fue en el contexto de la demostración de unidad de la dirigencia de Paraguarí. Cuevas, al igual que Friedmann, fue uno de los personajes preferidos de la diatriba política y mediática del cartismo durante 3 años, no porque tuvieran disidencias en la práctica política, sino porque el ex zapatero había abandonado Honor Colorado para apoyar a Mario Abdo Benítez en el 2017.
La repetición provocativa del ritual de impunidad se repetirá infinitamente hasta el 10 de octubre, fecha de las elecciones municipales, día en que también finalizará abruptamente la parodia del abrazo republicano, que ya empieza a mostrar sus grietas por el prematuro lanzamiento de la carrera presidencial.
De hecho, la defensa corporativa de las candidaturas coloradas a la Intendencia no es sino una subrepticia campaña de captación de apoyos de las dirigencias locales por parte del cartismo y el oficialismo. Horacio Cartes y Hugo Velázquez posan juntos y sonrientes, pero en el fondo mantienen una guerra de guerrillas.
EL ESCENARIO. Por ahora, la dupla del cartismo es Santiago Peña/Pedro Alliana, aunque las encuestas confirmarán si el ex ministro de Hacienda mantiene la titularidad de la chapa. De hecho, ambos acompañan a Cartes en su incesante recorrido por el interior del país.
El vicepresidente Hugo Velázquez manifestó públicamente sus intenciones no hace mucho tiempo. En la interna municipal salió a disputar el escenario a Cartes y ahora hacen juntos la campaña colorada. Pero el viernes, el oficialismo afiló sus lanzas. El presidente Mario Abdo Benítez, que mantenía una prudente distancia de las internas, expresó más claramente su apoyo a Velázquez señalando que quería entregarle la banda presidencial. Luego apuntó a Cartes: “No hay estructura ni dinero que pueda, cuando uno conquista la confianza del dirigente del partido y el corazón al pueblo paraguayo, no hay estructura que pueda”.
En ese mismo acto, el vicepresidente delineó las diferencias entre su candidatura y la de Peña: “Hay algunos que actuamos conforme a nuestras convicciones y otros que reciben solamente órdenes. De aquí a la luna son las diferencias”.
Ayer, los principales actores, Cartes y Velázquez, se encontraron en Caaguazú durante un acto partidario y sin pudor alguno se abrazaron y hablaron el mismo idioma, en una foto que resume la esencia colorada. En ella también aparece el ministro de Educación, Juan Manuel Brunetti, vestido de rojo para que no se dude de su convicción y cuya juventud no lo diferencia de la vieja política que ha colocado a la educación paraguaya entre las peores del mundo.
ENSIMISMAMIENTO. La campaña colorada, especialmente cartista, está cada vez más cerrada a visiones políticas distintas incluso dentro del mismo partido. Y es el cartismo el que más insiste con la idea de la traición. Lo expresó el presidente de la ANR, Pedro Alliana: “Hoy vuelvo a invitar a esos amigos y correligionarios que todavía no están acá, que todavía no están acompañando a los candidatos del Partido Colorado. Tomen como consejo o advertencia, esta comisión ejecutiva y estos miembros de la Junta de Gobierno, los presidentes de seccionales y los convencionales de mi partido, vamos a exigir al Tribunal de Conducta que no tenga compasión contra lo correligionarios que traicionan al Partido Colorado”.
Ya no hay lugar para las disidencias. La orden cerrada es votar al candidato, sea este corrupto, inepto o narco.
Como no pueden ofrecer más porque el modelo colorado se agota en lo electoral (es la maquinaria más exitosa para ganar elecciones, pero inservible para modificar estructuras injustas), inventa enemigos y con su maquinaria mediática intenta manchar a todas las personas que exigen educación sexual en las escuelas, pide mayor equidad tributaria o simplemente cuestiona los abusos de poder.
En una retórica simplista y simplificada, Cartes señala que los enemigos son los que “pintarrajean el Panteón de los Héroes” o lo que quieren imponer ideologías foráneas. Y ese es el principio y fin de su discurso. No hay nada más. Enemigos ficticios que se inventan para levantar polvareda pretendiendo tapar que se vea que su proyecto político no tiene diferencias con el oficialismo.
Velázquez es menos duro en su discurso político y su modus operandi va radica en la negociación. “El sabe lo que necesitamos”, dijo con precisión clientelar el presidente de los funcionarios públicos que le adelantó el apoyo del sector.
Por eso, finalizada la elección municipal, será interesante el discurso de los precandidatos presidenciales colorados. En esta faena, le será más fácil la tarea a Hugo Velázquez, quien representa la “autenticidad” colorada, con toda la carga histórica que ello implica. La incógnita será el discurso de Santiago Peña, quien en la pasada campaña sostenía valores distintos a la vieja “cultura colorada”, pero ahora está atrapado en las decisiones inapelables de su padrino político, que agregó a su espalda más “árboles que dan frutos”.