¿Cómo será Asunción en 10, 20, 30 años?
Es difícil responder a esta pregunta cuando se carece de una concepción global, sistémica, que nos permita visualizar, aunque fuera a través de una maqueta, cuál es el futuro de una ciudad que crece caóticamente y descuida por completo áreas esenciales de su propia historia, como es el microcentro capitalino.
Esa ausencia de una mirada a corto, mediano y largo plazo no existe.
Menos aún una planificación y proyección que permitan realizar intervenciones simultáneas para recuperar y poner en valor ciertas áreas, analizar y fiscalizar el imponente crecimiento urbanístico de otras áreas. Resolver los problemas habitacionales históricos de varios núcleos ubicados en zonas inundables, proyectar la ciudad con intervenciones que la vuelvan más segura y amigable, y contemplar todos los servicios acordes con estos procesos y el crecimiento.
Pero la cuestión no es así. Actualmente se dan situaciones como estas: la Costanera, que ni siquiera está arborizada, es en estos momentos el sitio de esparcimiento al que se vuelcan cientos de ciudadanos. Particularmente los fines de semana. Provienen hasta de ciudades del área metropolitana de Asunción.
Los domingos se triplica la gente que acude a este lugar, y aquellos que no poseen transporte propio, cuando llega la noche, van subiendo hacia las paradas de buses. Atraviesan las calles céntricas mal iluminadas en muchos tramos, sucias y malolientes, sin ninguna presencia de personal de seguridad. Cuando por fin llegan hasta las paradas de transporte público, esperan 30 a 45 minutos algún ómnibus que les permita retornar a sus casas. Si es que lo hay. Alrededor de las 21.00 ya deben resignarse a buscar otro medio.
Si se planificara con una visión mucho más amplia la dinámica de una ciudad, sus cambios, sus problemas, sus fortalezas y vulnerabilidades, la gente no estaría padeciendo la falta de transporte nocturno, ni debería estar arriesgando su integridad física en calles que quedan liberadas a la delincuencia. Tampoco ocurriría lo que se ve en las principales plazas del centro capitalino: están abandonadas, dan pena.
No habría tantas casonas derruidas y convertidas en guaridas de personas de todas las edades abandonadas a su suerte y hundidas en las drogas. Tampoco habría olor a orina ni tropezaríamos con materia fecal (faltan sanitarios públicos) en lugares como la acera de la Manzana de la Rivera, el Teatro Municipal o frente a la Vicepresidencia de la República. No estaríamos oyendo el pedido de auxilio de los pocos empresarios que siguen apostando a esta parte de la ciudad, pero que sufren el diario acecho de tortoleros y cuidacoches que tarifan arbitrariamente cada metro de la vía pública.
Todo ello, mientras en otro punto crece imponente, majestuosa, una zona corporativa que le da un rostro pujante, moderno y seguro a la achacosa Asunción.
El drama social del microcentro y alrededores no está siendo atendido, porque no se trabaja el todo. Un todo que debe tener como eje a las personas (habitantes y visitantes).
Es un problema cuya solución debería liderar la Municipalidad de Asunción, pero que demanda la intervención de varias instituciones del Estado, las que mayoritariamente están asentadas en el centro capitalino. ¡Vaya paradoja!
La realidad es que la rancia Asunción está exangüe, mientras la Asunción nueva y fresca crece vigorosa. El desafío es hacer que toda la capital sea sana, atractiva y motivo de orgullo para todos los paraguayos.