EFE
En su último libro, No soy un robot, Juan Villoro dibuja al ser humano asomado al abismo de una galaxia digital en la que el uso ideológico de la mentira está ampliamente extendido y los datos personales que regalamos en las redes se utilizan para favorecer tendencias electorales.
Un mundo que está buscando refugio en el lugar equivocado, los autoritarismos, y que parece ir de cabeza a la deshumanización, pero que, a pesar de todo, “puede salvarse”.
En una entrevista con EFE, el escritor mexicano señala que “abordar los retos del mundo digital es urgente” porque “estamos en el umbral de lo poshumano, del tecnopolio, de un universo en donde las máquinas empiezan a controlarnos”.
Pero antes de que “la fecha de caducidad sea definitiva”, debemos utilizar las herramientas de que disponemos para “afrontar el gran desafío contemporáneo”.
El umbral de lo poshumano
El desafío es, para Villoro, la nueva forma de vida que han traído las redes, con “esa mirada binaria que potencia la polarización” y “una inmediatez y una fragmentación que van en detrimento de la capacidad de concentración y, en consecuencia, del espíritu crítico”.
Polarización y falta de espíritu crítico, una combinación que ha facilitado el ascenso al poder “de gobernantes como Donald Trump en el 2016 en Estados Unidos, Bolsonaro en Brasil, Milei en Argentina y Salvini en Italia, entre otros”, en un nuevo orden político que “tiende al autoritarismo” y que “utiliza los datos que cedemos a través de nuestros teléfonos móviles para favorecer tendencias electorales”.
“Nos hemos convertido en la principal mercancía del planeta en la medida de que lo más valioso que hay hoy en día son nuestros datos personales, que son succionados por las plataformas que utilizamos”, sentencia.
Autoritarismos
Para revertir esta tendencia los humanos tienen herramientas, según el escritor, y la principal es la cultura, más concretamente los libros, que considera “un antídoto” a la dictadura del algoritmo y a “las redes que nos llevan a estar a favor o en contra sin que haya nada en medio”.
“La información de nuestros teléfonos móviles se utiliza para inducirnos a consumir más de lo mismo, mientras que la literatura hace lo contrario”, argumenta.
“Entrar en una librería o una biblioteca es entrar en el mundo de la diversidad y de lo improbable –añade–. Alguien te recomienda un libro o ves una cita que te llama la atención y eso te lleva a buscar un autor y encontrar una voz diferente, la de alguien que no sabías que te iba a interesar y que te interpela con fuerza”.
Esta “resistencia” individual apoyada en los libros es “el camino personal” que ha encontrado Villoro, quien reconoce que hay otros.
Lo importante es que, “a partir de una base personal”, los individuos participen en “colectivos que den respuestas” como “una legislación digital que no existe, una delimitación de los derechos de autor y una revisión del uso de la Inteligencia Artificial en la educación”.
También es importante “el trabajo que pueden hacer los periodistas y los escritores con sitios de verificación que traten de salvaguardar la verdad frente a las plataformas que falsean los hechos”.
“La esperanza es una obligación ética, es un requisito de supervivencia”, según Villoro, y esa capacidad humana de “tolerar la adversidad y sugestionarse para superar las dificultades es lo que nos va a salvar”.