César González Páez | cesarpaez@uhora.com.py
La trama de “El hombre víbora” motivó que se la eligiera como la ganadora de un prestigioso premio organizado anualmente por la compañía de seguros Fénix y la Sociedad de Escritores del Paraguay. El Roque Gaona, que elige el mejor libro publicado en el año, recayó en la obra de esta novelista y profesora de literatura, que toma con mucho entusiasmo ese oficio que eligió en su vida. Aquí, en esta entrevista, nos habla de la novela El hombre víbora, de su contenido como de las satisfacciones que le ocasiona escribir como vivir de la literatura. Hace varios números atrás del Correo Semanal dialogábamos con Irina Ráfols con motivo del lanzamiento de la obra premiada. Esta autora, nacida en Uruguay pero con una sólida carrera literaria en Paraguay, que trasciende en novelas anteriores, nos dice:
¿Qué te provoca o motiva haber recibido el premio y cuándo se entrega?
- Me entusiasma que haya gustado, me alegra, lo aprecio mucho. Agradezco mucho a los jurados, a la familia Gaona y a la Sociedad de Escritores del Paraguay por la generosidad de haberme concedido este año el Premio Roque Gaona. La premiación es el próximo 9 de diciembre, en el Edificio Fénix SA de Seguros, Iturbe N° 823 esquina Fulgencio R. Moreno, en el salón auditorio Dr. Carlos Caballero Gatti, a las 18.00.
¿Cómo reaccionan los lectores de tu novela?
Aparentemente, bien. Dos o tres personas, muy jóvenes, me dijeron que después de leer la novela ven el guaraní con otros ojos, la historia. Yo creo posible esa conversión porque me pasó a mí. Eso me pareció maravilloso. La emoción de saber que hice contacto con el corazón o la mente de alguien no se me pasa. ¿Qué más puedo querer? Es lo mejor. Me doy cuenta de que lo que quiero como escritora es imaginar un mundo para otro, despertarle deseos e ilusiones en ese mundo que le permitan conectarse mejor con este.
¿El argumento?
El profesor Longobardo se lleva a Efraín, un alumno desastroso, a las profundidades del monte en busca de los huesos del Kurupi. Siguen las pistas de ciertas cartas dejadas por Boggiani. Mientras encuentran vestigios de la tragedia de la Triple Alianza el pasado cobra vida. El ejército brasilero toma al Paraguay. Todo está perdido, pero en los pobladores de Saraki se esconde un odio vivo y un deseo imposible de deshacerse de ellos. En el presente, Efraín se enfurece cada vez más con el profesor y exige volver, pero es retenido contra su voluntad. Dos historias, en dos tiempos diferentes, entrarán en contacto para revelar la pasión escondida de sus personajes: soldados, fantasmas y algo más que hombres.
Después de la novela, ¿qué viene?
La siguiente está ambientada en Paraguay. Ya estoy estudiando el marco histórico, pero será ficción otra vez. Necesito cierta libertad en mis personajes, la novela histórica delimita mucho. Es mi opinión personal. También un nuevo libro de cuentos que publicaré el año que viene.
¿Se puede vivir de la literatura?
Sí, se puede vivir. Puedo vivir sin tierra, sin dinero, sin casa, pero no puedo vivir sin literatura. Sin literatura y sin aire acondicionado. Aunque uno no publique, aunque se escriba en secreto y en la soledad, se vive de la literatura. Es la imaginación acompañando a la realidad, le añade sabor y color. La imaginación es el alma de las cosas. La realidad es un cuerpo pasajero. Primero imagino, luego soy.
¿Vale la pena dedicarse de lleno a ella?
En mi caso, las demás cosas valen la pena. Tener salud, respirar, luchar en la vida, valen la pena. Son cosas que acompañan a la Literatura.
Así escribe
“Había mucho que hacer. Los caballos estaban ariscos.
-¡Estos malditos caballos paraguayos que no terminan de domesticarse!... –se queja Fonseca en portugués
-¡Chaves!, ¡dale unos latigazos a estos para que aprendan!
-Sí, mi general.
Entonces el soldado toma el látigo y se lo cruza por los lomos.
-¡Así no se hace, che general!... –corrige el retrasado
-Ndaha'éi upéicha...
(No es así).
-¿Qué dices, idiota? –interroga Fonseca, que no maneja el guaraní.
-Dice que no funciona –traduce un brasilero.
-¿Cómo se llama este imbécil?
-Se llama Librado.
-¡Ja!, ¡qué nombres más estúpidos les ponen aquí!
-A ver, Librado, muéstrame cómo funciona... –desafía Fonseca con una mueca de desprecio.
El hombre se queda parado mirándolo, porque no está seguro de lo que se le pide, hasta que otro soldado le explica.
-El general quiere que le muestres cómo haces para calmar a esos caballos salvajes.
Entonces Librado se mueve solícitamente, y caminando lo más rápido que le permite su cojera, se acerca sonrientemente a los caballos que están ariscos y que no quieren meterse a la fuerza adentro del corral. ¿Y qué hace? Les habla en guaraní.
(De El hombre víbora, de Irina Ráfols - El Lector 2013)