Destaca que este fenómeno no solo es una migración física, sino también emocional, impulsada por un fuerte deseo de reconexión y compartir. “Lo lindo es la salida hacia el interior para ese reencuentro. Hay todavía una generación, probablemente de 35, 40 años para arriba, que en algún momento vino del interior y se instaló aquí por razones laborales o familiares, y cuando llega esta fecha siente una urgencia impostergable de ir allí a encontrar a la familia’’.
El profesor detalla que la magia de la Navidad radica en su capacidad de reunir a las familias y fomentar actos de reconciliación. “Un abrazo siempre va a ser importante, las palabras cambian el sentido, el trato que nos damos entre los de la familia. La alegría que hay en el gran reencuentro es inigualable’’.
A este ir al reencuentro también acompañan actividades simbólicas como la elaboración conjunta del pesebre. “En muchas familias, llegado el 24, todos colaboran, como que cada uno pone un elemento en el pesebre. Este espíritu de la Navidad para mí existe; es un espíritu renovador. La Navidad se cumple cuando hay un antes y un después de la Nochebuena, como que la gente carga las pilas y se siente con esperanza para afrontar las dificultades de la vida”.