Varios indígenas que llegan a la capital vienen tras sus reivindicaciones al ser desplazados de sus territorios invadidos principalmente por sojeros.
Su punto de concentración suele ser el local del Instituto Nacional del Indígena (Indi). Actualmente, un grupo llegado de Canindeyú y Caaguazú están frente a la institución. Ellos solicitan la mensura judicial de tierras y apoyo a sus microproyectos para el desarrollo de su comunidad.
Dicha asistencia tiene que ver con la provisión de semillas, electricidad, agua potable, herramientas, etc.
Como medida de protesta, realizan cierres intermitentes de la avenida Artigas.
Luego de un tiempo, cuando sus reclamos son oídos o hay promesas de solución la mayoría vuelven a sus hogares. Posteriormente otro grupo reinicia el ciclo.
Sin embargo, varios de los habitantes de estos pueblos originarios que llegaron con su grupo y otros que lo hicieron por sus propios medios se quedan a malvivir en Asunción y Central. Desde el Indi siguen sin dar solución definitiva.
Consecuencias. El desarraigo de los indígenas no solo significa desprenderse de su cultura y una forma de vida aprendida durante generaciones.
También están expuestos a la drogadicción, la marginalidad, mendicidad, prostitución, el desamparo, la violencia y todo lo que implica vivir en la calle y en lugares en condiciones infrahumanas.
Esta situación afecta sobre todo a los niños muy pequeños en brazos de otros de corta edad hasta los preadolescentes. Jorge Amarilla, director de Protección del Ministerio de la Niñez y la Adolescencia (Minna), había señalado que de 10 niños en situación de calle, ocho son de los pueblos indígenas. Los niños en situación de calle son abordados por los integrantes del dispositivo de respuesta inmediata, conocido como los Chalecos Rojos.
El 90% de estos menores están acompañados de sus padres. Eso quiere decir que no pueden arbitrariamente tomar una decisión, ya que están con la familia, señalaron.